Touko Laaksonen, o Tom of Finland: una leyenda del arte gay
Durante los años 50, Touko Laaksonen repartía sus dibujos eróticos entre los asistentes a reuniones clandestinas de gays en Helsinki. La homosexualidad era ilegal en toda Europa, estaba penada con la cárcel o con el internamiento voluntario en centros psiquiátricos y la pornografía gay también era delito. Su seudónimo o nombre artístico era Tom of Finland.
Por aquel entonces la palabra “gay” (en inglés, alegre) ni siquiera se utilizaba para referirse a los homosexuales, pero Laaksonen ya repartía felicidad entre los marginados sociales, en los parques, en los pasillos o en los bares de mala muerte.
En 2017, las obras de Tom of Finland son exhibidas en el MoMA de Nueva York y una película sobre su vida, de lujosa producción y para todos los públicos, se ha estrenado con éxito de crítica y público en Finlandia.
Entre aquellas reuniones secretas ilegales de los 50 y la manifestación de positividad, justicia social y empatía con la que dos millones de personas celebraron el World Pride en Madrid la semana pasada han ocurrido muchas cosas. El arte de Tom of Findland es una de las más importantes.
Touko se crió en el campo y su despertar sexual se vio estimulado por los mineros, los labradores, los albañiles y los marineros. La hipermasculinidad despreocupada de aquellos machos suponía un objeto de deseo inalcanzable para los gays, quienes jamás podrían exudar su sexualidad como lo hacían los hombres heterosexuales: parecían condenados a reptar por las sombras, consumidos por la culpabilidad, la debilidad y la decepción hacía sí mismos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Laaksonen combatió como teniente del ejército finlandés tras la invasión alemana y encontró tiempo para convertirse en un héroe de guerra (fue condecorado) y en sus noches libres aprovechaba para mantener relaciones sexuales con oficiales alemanes.
La superioridad aria que los nazis promulgaban pasaba por vestir a sus soldados más fornidos con uniformes ajustados que realzasen su virilidad y envergadura físicas. Pero donde los nazis veían la exaltación de la raza, Laaksonen veía “muchachos increíblemente sexys”. Durante esta etapa la iconografía nazi protagonizó sus dibujos eróticos, pero años después el artista los destruyó todos.
Uno de los conflictos que relata la película Tom of Finland es que Laaksonen nunca pretendió, o no estuvo entre sus prioridades, militar en el activismo por la causa homosexual. Sin embargo, su impacto social entre la comunidad gay y su legado cultural quedan claros echando un vistazo a cualquiera de sus dibujos.
Todos derriban el estereotipo histórico de que los gays son afeminados, y proponen a hombres uberdesarrollados físicamente, colosales exageraciones de la masculinidad que además mantienen sexo con otros hombres. Su físico les hacía parecer estar vivos, y todos tenían cara de buena persona y aspecto saludable, alejados de la imagen enfermiza o perturbadora con la que los gays eran parodiados en el arte de la época.
La actitud de los muchachos de Tom of Finland es confortable, siempre sonrientes, siempre cómodos con su sexualidad, que además practican al aire libre y no en espacios clandestinos a puerta cerrada. Son hombres muy hombres que no se avergüenzan en absoluto de su sexualidad.
“Dibujo para gente oprimida que siente que su vida es un problema” explicaba el artista en el documental Daddy and the Muscle Academy, “dibujo hombres seguros de sí mismos, abiertos a cualquier cosa, que se divierten con el sexo, porque debajo de todo macho, gay o heterosexual, hay un ser humano, y esa cualidad no siempre es representada”.
A principios de los años 70 se trasladó a Estados Unidos, donde su obra disfrutraba de culto y de una difusión mucho más libre y pública que en Europa, y decidió reclamar su nombre. Touko Laaksonen empezó a asistir a eventos en los que por fin podía reconocer en público, orgulloso, que él era Tom of Findland. En 1973 organizó su primera exposición y todas las obras fueron robadas por sus admiradores.
La estética de los hombres de Tom of Finland creó escuela y miles de gays de todo el mundo la imitaron, desde los asiduos a bares fetichistas hasta los más recatados que se dejaban crecer un bigote y llevaban gafas de aviador. En 1995 se lanzó una línea de ropa de cuero llamada Tom of Finland, y en 2014 el gobierno de Finlandia emitió una tirada de sellos conmemorativos con sus ilustraciones que se agotaron en cuestión de días.
Pero no hace falta recurrir al correo postal para ver a los chicos de Tom, hoy están por todas partes. El artista, empresario y modelo Eliad Cohen levantó (entre otras cosas) la polémica hace unos meses cuando aseguró que una de sus motivaciones para participar en Supervivientes era “normalizar la imagen de los gays”. La estética fornida que provocó una liberación hoy está a punto de convertirse en una condena, y en fuente de frustración y discriminación dentro del propio colectivo gay.
Setenta años después de que Touko Laaksonen dibujase su primer torso, los hombres como Eliad, todos y cada uno de cuyos centímetros de fibra, 0% de grasa corporal y cara de buena persona parecen sacados de una ilustración de Tom of Finland, son considerados “hombres normales”.
Y cualquier persona que asistiera al World Pride y viera la carroza de la fiesta WE pudo comprobar que, tal y como asegura la película que repasa su vida, “Touko Laaksonen murió en 1991, pero Tom of Finland vive”. Los hombres de Tom of Finland ya no son una extravagancia artística, sino un estereotipo de la comunidad gay, y ya no tienen que esconderse.
De hecho son bastante exhibicionistas. A Touko Laaksonen le habría encantado vivir en nuestra época, claro que quizá nuestra época no sería como es si Tom of Finland no hubiera existido.