¿Tuvimos futuro?
¿Tuvimos futuro? No. La respuesta es cruel, por demás dramática, desolada pero también muy realista.
¿Cuántas personas habremos de conocer en nuestras vidas? Me refiero con las que tenemos una conexión, una vibra o mucho mejor, un lazo. Un vínculo. ¿Quizá unas cien? Creo que son muchas.
Tuvimos futuro es esa canción que llevaron a hacer un hermoso trend en TikTok e Instagram, donde la gente expresó que le faltó tiempo, dedicación, amor, risas y magia compartida. Y sí. Muchas veces queda ese sentimiento de que algo o mucho más faltó. ¿Pero qué? No sé. No lo sé. La mayoría de veces no sabemos.
¿Tuvimos futuro?
Es una pregunta retórica. Absurda la cuestión porque evidentemente en el vaivén de los días, de la vida, de la monotonía y rutina muchas veces ese sentimiento pesado está aquí, está allí latiendo incesante porque sí: ¡Tuvimos futuro!
Pero, insisto, ¿qué faltó? Las relaciones humanas tan complejas pero también indispensables. La inteligencia emocional debiera ser una prioridad en nuestras vidas, pero no lo es, seamos sinceros. Carecemos del valor de la emoción consciente e inteligente.
Nos quedamos siempre con palabras no dichas o escritas. Con expresiones físicas, emocionales y por supuesto espirituales que nunca expresamos, que no logramos externar —incluso—por miedo, por falta de empatía, porque no encontramos la serenidad o el momento de quietud para decir: no quiero, no puedo, me disgustó tu actitud, te faltó sororidad o empatía.
Y —la mayoría de veces—preferimos irnos. Y nos vamos. Esos sentimientos se quedan ahí, aquí cerca del hipotálamo, almacenados. Y se quedan abrumados, agobiados pero pasan al olvido.
No debería de ser, es un hecho. ¿Cómo vamos a dejar abandonados nuestros sentimientos? Nada más sagrado que sentir, vivir, latir, vibrar. Amor propio.
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No, no tenemos ni tuvimos futuro
Pero vas más allá de saberlo. Es que la mayoría de las veces, aquí hablo en primera persona, he sentido recientemente que no, no tuvimos futuro.
Sin embargo no faltó amor o capacidad de comunicación. Es que simplemente a veces es mejor correr antes que lidiar con un dolor —casi—inminente. Nadie queremos sufrir por “amor”. Y lo pongo entre comillas porque el amor verdadero, desde mi perspectiva y experiencia no duele.
Duele el apego, la falta de compromiso mutuo, la imprudencia, el desinterés quizá es lo que más duele pero es el que suele ser más evidente. Sin lucidez el camino se hace cuesta arriba.
Pasar de sentir tanto, tantísimo a desistir y a la desilusión propia es una afirmación que muchas veces blinda el corazón. Necesitamos proteger nuestras emociones y sensaciones, porque la mayoría de las personas hemos pasado por momentos de mucha angustia e incluso dolor provocados por alguien más. O reflejo de ese amor. O de lo que creí que era amor.
Tuvimos futuro. Era brillante. Viajes, conciertos, música, risas, también malos momentos pero juntes.
Del todo al nada
Qué dicha verlo desde este punto donde la búsqueda de paz y tranquilidad me están dando el rumbo. O eso intento. Aunque me cueste, me costará.
Tuvimos futuro. Les prometo menos intensidad y torpeza la próxima vez, bendito corazón, conciencia, mente y alma.
Para mi mejor amiga, guía, cómplice y confidente: María Emilia. Te amo, María. Gracias por nunca dejarme aunque sea un necio obstinado creyendo que tengo la razón. Y no, no la tenía. Siempre tienes las palabras correctas.
Álvaro Nunce de Miguel Norberto, Austria, 2025.