James Franco está demostrando en el Festival de Sundance que no tiene prejuicios hipócritas relacionados con el sexo. El polifacético actor ha presentado en la muestra más independiente de toda la industria cinematográfica tres películas que tienen en el sexo (y en sus diferentes opciones) su piedra angular.
Primero presentó ‘Lovelace’, un biopic sobre la actriz protagonista de ‘Garganta profunda’, en el que interpreta a Hugh Heffner, dueño de Playboy. Posteriormente ha presentado como director ‘Interior. Leather bar’ , proyecto que completa el filme homoerótico de los 80 ‘Cruising’, que sufrió la tijera de la censura en sus escenas más explicitas. Y ahora ha presentado ‘Kink’, un documental que nos habla sobre el BDSM.
En efecto, el BDSM (bondage, dominación, sumisión y masoquismo) y su mayor productor de películas y productos (kink.com) se convierten en el protagonista del documental.
Franco está detrás de la producción de un filme que bajo la dirección de Christina Voros se sumerge en un mundo donde las ataduras, la obediencia y los látigos -y hablamos de disciplina real, no de la pseudopráctica que nos presentan en ’50 sombras de Grey’ para que las mamás se sientan lo suficientemente malas desde la placidez de su salón- no son una expresión de dolor sino una gozosa expresión de lujuria.