Cine Quinqui

Parte de los actores y del equipo técnico de estas películas ha terminado como los quinquis en los que se inspiraban: sumidos en la drogadicción. Muchos no sobrevivieron al desenfreno de los 80 y otros han pagado las consecuencias de sus excesos más tarde.

Sin embargo, no todos los actores procedían de suburbios y entre las caras más conocidas de uno de los films, ‘Colegas’ (1982), encontramos una debutante Rosario Flores, compartiendo cartel con su hermano fallecido Antonio Flores.

Droga y delincuencia, el cine seguía cada minuto de las vidas de estos cacos suburbanos ascendidos a héroes por la prensa más amarillista. Aquélla que les encumbraba también les daba sepultura.

Como curiosidad podemos señalar que la exposición, que permanecerá abierta en La Casa Encendida hasta el próximo 29 de agosto, se cierra con una proyección con los obituarios de alguno de estos quinquis. Obituarios con los que no se ha dado muerte a un problema que aún hoy persiste en nuestras calles. Quizá porque los Quinqui stars nunca mueren.

La fama tampoco les ha faltado a los jóvenes actores encargados de dar vida a los delincuentes callejeros más famosos del momento. En su mayoría no tenían formación actoral y estaban sacados de las barriadas más chungas de la capital. Se buscaba la verosimilitud y la proximidad entre sus vidas con los papeles que interpretaban.

Ángel Fernández Franco, alias El Torete, encarnaba a El Vaquilla y Jose Luis Manzano a El Jaro. Este último era un auténtico fenómeno forracarpetas. A falta de ‘Crepúsculo’, era el quinqui de turno que subía los calores a l@s adolescentes de la época. Además, su colaboración con Eloy de la Iglesia también le catalogaba como un icono homosexual.

Entre los cientos de quinquis que afloraban en los barrios más marginales del país (San Blas en Madrid, Otxarkoaga en Bilbao o La Mina en Barcelona) destacaban dos: El Jaro y El Vaquilla.

Ambos hacían méritos para convertirse en estrellas desde la cuna. Mamando de la violencia y la marginación y su delincuencia precoz se catapultaban a la fama. En plena adolescencia, El Jaro y El Vaquilla eran verdaderos maestros del atraco.

Día sí y día también, la prensa abría con sus fechorías y problemas con la ley. Sin embargo, era el cine quién les terminaba de mitificar. El Jaro contaba con su propio biopic en 1980 ‘Navajeros’ e incluso Sabina llegaba a componerle una canción ‘Qué demasiao’. Antes, en 1977, la biografía de El Vaquilla había dado el salto a la gran pantalla en ‘Perros callejeros’ (1977). Dos películas que retroalimentaban la delincuencia contemporánea y que incitaban a decenas de jóvenes a seguir los pasos de estos dos quinqui-stars.

Atracos, persecuciones, drogas y detenciones, en la España de los 70 y 80 nos ponían malotes y el séptimo arte no tardaba en darse cuenta. Mención especial merece el cine de Eloy de la Iglesia que transgredía aún más si cabe el género, aderezando los escándalos y travesuras quinquis con una estética homosexual latente.

Estas películas, las de uno de los directores homosexuales más importantes que ha dado el cine español, se convertían en los mayores éxitos de taquilla del momento. Tanto en ‘Navajeros’ (1980), ‘Colegas’ (1982), ‘El pico’ o ‘El pico 2’, la tensión sexual gay se respira en cada fotograma, aunque los límites de la amistad de estos pandilleros no permite que la pasión termine de aflorar.

Las películas de Eloy se unen a una larga lista de filmes, que han contribuido a la creación de un subgénero made in spain. Entre el 78 y el 85, se estrenaron más de 30 películas con esta temática, cuyas andanzas más seguidas y demandadas eran las de ‘El vaquilla’ y ‘El jaro’.

‘Perros callejeros’, ‘Deprisa, deprisa’, ‘De tripas corazón’, ‘Maravillas’ o ’24 horas’ también están presentes en esta exposición, que se divide en 2 bloques claramente diferenciado. Uno más artístico, compuesto por un amplio mural repleto de recortes y fotografías de la prensa de la época que convertía al quinqui en una figura lúdica y otro más didáctico y compometido, en el que se refleja el contexto social de la delincuencia juvenil en los 70 y 80.

‘Macarras de pantalones ceñidos, pandilleros tatuados y suburbiales…’, es una canción de Sabina, pero también el reflejo de una generación de chicos malotes que homoerotizaban al mundo de los 70 y 80 con sus robos y fechorías. Quinquis marginales que se convertían en los protagonistas de todos los medios de comunicación.

Televisión, cine y prensa amarillista seguían el minuto a minuto de estos ‘perros callejeros’, que pasaban del anonimato propio de discretos ladrones a auténticas estrellas mediáticas. Y de estrellas a iconos sexuales. El cine se encargaba de construir el estereotipo quinqui, cuya figura es homenajeada ahora a través de una exposición de recortes y filmes que estará abierta hasta 29 de agosto en la Casa Encendida (Madrid).

Bajo el título ‘Quinquis de 80. Cine, prensa y calle’ la exposición pretende revisar la mitificación y estetización de esta figura o, mejor dicho, ‘estos figuras’ cuyas entradas y salidas de prisión eran el entretenimiento favorito de los españoles.

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