A Clemente Diego, el amor de mi vida.
Recuerdo muy poco cuando te conocí, Nene. Mi nene.
Pero lo que sí recuerdo es cuando por primera vez lograste decir mi nombre, clarito. Tenías 6 años con 6 meses y 23 días.
Mi mamá escribía en un cuaderno todas las notas relacionadas a tus avances, a tus logros, con cada cosa donde veíamos que mejorabas ella iba y lo anotaba.
Muchos años repasábamos esos apuntes, mi madre siempre orgullosa de ti:
- El día que caminaste.
- La fecha en que comenzaste a hablar de buena forma fonética.
- Cuando fuiste el primer día a la escuela.
- Tus primeras veces nadando, andando en bici, cantando, tocando el piano o la guitarra.
- El primer beso con una chica.
- La primera vez que te rompieron el corazón. Sí, parece que es cosa de familia.
El amor de mi vida, de esta y de todas mis vidas
Clemen, una maestra te decía muy cariñosamente, «el chico especial». Yo no entendía el porqué te decían así. Más allá de lo notorio para los demás. Para mí siempre eres y serás especial por tu inmensa generosidad e inteligencia.
«El amor de mi vida es un chico especial». Mi presentación de ti a mis mejores amigos fue verdaderamente uno de los mejores días de mi vida, sin duda.
Recuerdo muchos de los mejores días de mi vida viviéndolos contigo, junto a ti, a tu lado, nene.
Como nuestra primera vez en el estadio Santiago Bernabéu viendo al gloriosísimo Real Madrid. Tú, mi madre y yo. Los tres allí sentados con nuestras camisetas blancas. Tú con el 5 de Zidane, Ce con el 10 del portugués Figo —mi madre y su obsesión por los portugueses— y yo con el 23 de David Beckham.
También tengo en mi corazón tu primer día en la universidad. Para mi abuela y para mi madre fue sin duda el mejor día de sus vidas. Para mí, más allá de ser el mejor, es imborrable saber que mi pequeño nene será un graduado de la universidad. Qué orgullo, Clemen.
Serenidad para amar
Los vagos —casi—nulos recuerdos que tengo de nuestro padre son de su voz. Tu voz se parece tanto a la de él. Quizá más pausada. Eres más sereno, es tu mayor cualidad. Serenidad para amar.
Amas como pocas personas. Tu entorno te ama. Te amamos. Te amo, eres el amor de mi vida.
Desde el 26 de diciembre no te veía. ¡Hoy por fin te volví a ver! Qué gozada, Clemen. Qué amor. La bendición tan inmensa que es ser tu hermano. Tu cómplice, almas gemelas.
Amo tu conversación, ver y saber que tú sanarás todos mis dolores físicos pero sobre todo emocionales y espirituales. Amo ver tus ojos, tu cabello siempre tieso y despeinado. Pero lo guapo que eres, qué cosa.
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Gracias amor de mi vida
Gracias por venir. Te prometí que retomaría hoy mis textos pero además que hoy escribiría sobre “el amor de mi vida”. Sobre ti.
Sí, ese niño que se convierte paso a paso en hombre. Que trabaja, ayuda en casa pagando gastos, que tiene una hermosísima e inteligentísima novia, que ama, protege y cuida a mamá como el que más. Que su sonrisa e inmensos ojos detienen el mundo.
Gracias por abrazarme en mis peores días. Sí, como hoy me dijiste, «Parece que ya coleccionas peores días, Ál». Nos carcajeamos, pero tienes razón. Y no, te prometo que no los colecciono, son cosas que suceden, por dicha en tu espacio atemporal no existen esos momentos o esos “peores días”.
En tu corazón solo hay espacio para el amor. Para el amor, la música, Dios, las carcajadas, el futbol, el Real Madrid, los teclados y las guitarras, el Tato, tus amigas y amigos, mis amigas y amigos, nuestra madre, nuestra abuela y tu maravillosa novia. Y tú y yo tumbados en la cama de mamá.
Te amo, bribón. Como nos dice mi abuela, «Par de bribones, par de pillos, los amo».
La suerte de mi vida. Gracias por venir a sanarme con tu sonrisa, nene. Te veo pronto en casa.
Desperté y ya no pensé en ti, te fuiste al olvido.
Te amo Clemente Diego. Gracias por venir, te debía estas letras.
Karime Pindter, la duquesa suprema.