‘Todas putas’: dinamita para los tabús de las mentes bien pensantes

La aparición en el año 2003 del libro de relatos ‘Todas putas’ de Hernán Miyoga sirvió para que saliera a la luz el rancio olor de la España más española.

De manera inmediata, el libro se convirtió en el más polémico de toda nuestra democracia, controversia que solo se mitigó con la aparición de la censura y la desaparición del libro.

La polémica tomó dos formas diferentes. Por un lado, se acusaba al autor y a la editora del libro (Miriam Rey, que en aquellos momentos era la directora del Instituto de la Mujer) de hacer apología de la violación.

Las acusaciones confundían las actitudes de los personajes con el pensamiento del autor (bajo esa premisa deberían estar prohibidas la mayor parte de la literatura que merece la pena) y llegaron a ser tan absurdas y grotescas, que diferentes asociaciones feministas hicieron suyo el discurso de Ana Botella. 

El otro campo de la crítica conseguía hacer buenas las palabras del Nobel en Literatura Bernard Shaw en las que afirmaba que ”no es cierto que el poder corrompa, es que hay políticos que corrompen al poder”. Y es que el libro también se vio sometido a una persecución que buscaba beneficios políticos.

Ahora, once años después de la aparición de ‘Todas putas’ nos llega está adaptación al mundo del cómic, enriquecido gracias a la labor de quince mujeres que no entienden de barreras, de límites, de roles o de géneros y que regresa con el mismo espíritu transgresor.

Los cuentos gráficos

El trabajo de las quince mujeres que se han servido de valentía y talento para adaptar el libro de Migoya se deja sentir a lo largo del conjunto de relatos. Algunos se han alterado, otros han modificado el final…eso sí, todos tienen la misma intención de presentarnos historias basadas en la incorrección política.

Carla Berrocal (la autora que se ha encargado de gestionar el trabajo de todas las artistas) se enfrenta al relato que más polémica generó en el momento de su publicación ‘El violador’. La autora consigue, con un estilo realista y un equilibrado manejo del blanco y negro, crear un personaje que crea repulsión por su físico y que se convierte en vomitivo por lo que dice.

Ana Galván se recrea en su estilo cercano a lo pop y se apoya en fantásticas metáforas visuales para trazar la grotesca historia de dos siameses enamorados en ‘Inseparables’. Olga Carmona Peral nos invita a la reflexión en ‘El trabajo’. Con un ritmo trepidante, altas dosis narrativas y algún guiño cómico nos ofrece una síntesis de la generación que se ha negado a crecer, un debate sobre los sueños y el mundo real.

Gemma Araceli Horcajo nos ofrece una de las historias más divertidas, que se respalda gracias a un estilo fresco y ligero que se mezcla con el lado más oscuro de la pasión. ‘Amor a distancia’ consigue deleitarnos gracias a un estilo que se aproxima al del cómic clásico norteamericano de la década de los 50 y 60 y a una historia que, como muchas narraciones de Raymond Queneau, termina siendo un inteligente juego del lenguaje.

En ‘Bruja’, Irati FG traza una historia de las que chocan por su temática y estilo (recurre al relato mudo). Sheila Alvarado se deja llevar por lo artístico para mostrarnos una historia que sobrepasa las viñetas en ‘La noche de la madre estéril’. ‘Un día de mierda’ es la historia más descacharrante y demencial del conjunto de relatos. Realizada por Natacha Bustos con un estilo cercano al manga pero con netas influencias patrias.

Podríamos decir que el estilo de Patricia Breccia en ‘La pelusa’ (una historia con un final muy al estilo de las novelas de Henry James) se acerca al underground neoyorquino tan bien representado por Peter Bagge sino fuese porque bebe de manera directa de las fuentes visuales que su padre; Alberto Breccia. En ‘Spice up! A pop tale’, María Herreros nos muestra los peligros de perder la fama, del complicado paso de ser una estrella a una persona anónima y la dificultad para aceptar este hecho.

Cristina Daura con ‘Porno del bueno’ se mete en la historia más salvaje de todas las que componen ‘Todas putas’. Con un estilo inocente, cercano a las ilustraciones de los libros didácticos de la última época franquista nos muestra el horror en mayúsculas.

‘El tímido’ es una de las historias que más ha cambiado en su salto de la prosa al cómic. Clara Soriano se deja llevar por la imaginación para trazar una historia que, al igual que los relatos de Suki, tiene un final tan trágico como cómico. Ana Pez debuta en el mundo del cómic con ‘Yo no tengo amigas gordas’, en el que traza una historia que es como las películas de Guy Ritchie: dinámica, con altas dosis de sentido del humor y con un espíritu gamberro.

En ‘Utopía’, Andrea Jen (con un estilo cercano al cómic norteamericano de superhéroes) nos presenta un futuro distópico que mezcla cosas de ‘Un mundo feliz’ con todo el circo mediático de ‘Perseguido’. Para terminar, Mamen Moreu nos presenta una historia ‘La hormona masculina’ en la que se cambian los clásicos roles de lo femenino y lo masculino.

Ni rastro de misoginia

En ‘Todas putas’, Hernan Migoya ha querido hacer trizas a los convencionalismos sociales que encorsetan nuestro comportamiento según el género, el rol, o la posición social en la que hayamos nacido.

El libro tiene un espíritu provocador y ataca a la mujer. Ahora bien, no ataca a lo femenino en general, sino a la mujer que ha terminado abrazando los principios burgueses de sumisión y feminidad y que han terminado desembocando en un capitalismo heteropatriarcal en el que las mujeres o asumen un rol masculino (rol creado a partir de convencionalismos sociales) o se convierten en meras productoras de bebés.

La intención de Migoya (y de las quince mujeres que le acompañan en esta ocasión) con esta obra tiene que ver con la lingüística y, sobre todo, con la liberación de la mujer. El autor quiere eliminar lo negativo del termino ‘puta’. Al igual que ha hecho el colectivo LGTB con términos que eran peyorativos (‘maricón’, ‘bollera’) y que una vez que han sido asimilados y apropiados por la propia comunidad han dejado de ser ofensivos.

En un mundo plagado de una corrección política excesiva, esta obra se antoja aún más necesaria. ‘Todas putas’ es una obra que perturba, que provoca y que puede llegar a escandalizar, sin embargo, tiene la más que loable intención de reinventar los géneros y los roles tradicionales. Y es que como afirma la filósofa Beatriz Preciado‘La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias’

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