Al igual que Annie Leibovitz ha revolucionado el mundo del retrato y Robert Mapplethorpe ha conseguido reinventar el universo del desnudo, podemos considerar a Philip-Lorca diCorcia como uno de los visionarios de la nueva fotografía callejera, de aquella que intenta captar lo instantáneo para inmortalizarlo bajo un objetivo.
Desde sus inicios profesionales, el estadounidense siempre se ha caracterizado por la experimentación. DiCorcia tiene un don especial para captar las miserias en todas las partes del planeta, para crear atmósferas comunes en metrópolis de cualquier lugar del mundo.
Su dilatada trayectoria (sus primeros trabajos datan de la década de los setenta) ha sido recientemente premiada en la tercera edición del Festival Internacional de Fotografía de Alcobendas. De este modo, el próximo 1 de octubre el artista visitará por primera vez nuestro país. Ocasión que aprovechará para dar una clase magistral en una conferencia en el Centro de Arte de la localidad.
Strangers/Hustlers
La visita a nuestro país, el premio concedido por el Festival de Alcobendas y la clase magistral que ofrecerá en el Centro de Arte de este municipio son motivos más que suficientes para recuperar su serie fotográfica más conocida: ‘Hustlers’.
El proyecto (llevado a cabo desde 1990 hasta 1992) recrea la actividad de Santa Mónica Boulevard, corazón de Hollywood, donde se concentra buena parte de la prostitución homosexual y el tráfico de drogas. Estos chaperos retratados se convierten en la imagen del fracaso del ‘american dream’, en los rostros diarios de la frustración. Pero la crítica del artista no se queda en el retrato de los desheredados sociales, sino que también alcanza a la doble moral sexual que reina en buena parte de los supuestos países avanzados.
‘Hustlers’ también refleja el espíritu inconformista del fotógrafo. En buena medida, el proyecto surgió como protesta contra los sectores más conservadores del arte. Estos criticaron que la National Endowments for the Arts (NEA) ofreciera becas para autores que, como Mapplethorpe, se centraban en el desnudo.
Ante estas presiones, Philip fue obligado por la NEA a no realizar ninguna fotografía obscena. Como respuesta, el artista se gastó todo el dinero de la beca pública para pagar a los chaperos que protagonizan sus obras y decidió titular cada instantánea de una novedosa manera: nombre del chapero, lugar de nacimiento, edad y la tarifa que cobraba por mantener relaciones sexuales (cantidad que el fotógrafo entregó a cada uno de los modelos de la serie).
La serie llevó al artista por primera vez al MOMA (la exposición se tituló ‘Strangers’ para intentar mitigar con el nombre lo explicito de las imágenes). Ahora, dos décadas después la misma serie se podrá ver en la galería David Zwiner, eso sí, con un tercio de fotografías que todavía no han visto la luz que irán acompañadas del proyecto audiovisual ‘Best Seen, Not Heard’ (2012), basado en la serie y montado en una multipantalla en sincronía con títulos de crédito de películas pornográficas de entre 1920 y 1950.
Una estética activista
Estéticamente hablando, las instantáneas de la serie son una fusión de estilos fotográficos. El retrato, las escenas cotidianas y el fotoperiodismo se dan la mano en unas composiciones que beben de influencias tan diferentes como son la pintura figurativa más clásica y el mundo del cine.
Bajo unas composiciones que destacan por una sencillez que roza la ingenuidad, Philip-Lorca diCorcia se desliza por terrenos difusos. El artista disfruta fusionando ficción y realidad en unas fotografías en las que utiliza a modelos amateurs y capta la fugacidad del tiempo pero desde un ingente estudio previo.
El resultado final es una colección de retratos desgarradores, cargados de sentimientos. Una obra que sitúa al espectador en el mismo plano que la realidad que expone para que cada un* se de cuenta que para encontrar el infierno solo hay que acercarse a las esquinas de las grandes ciudades.