Lorca y Dalí, la intensa historia del amor que no pudo ser
La opresión del silencio y de las apariencias, o acaso de las circunstancias
Federico García Lorca nació el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros, provincia de Granada, hijo de Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero. Será el mayor de cuatro hermanos: Francisco, Concha e Isabel. En Granada, en el 1918, publica su primer libro Impresiones y Paisajes y escribe algunos poemas que aparecerán más tarde en su primer libro de versos Libro de Poemas.
Federico García Lorca y Salvador Felipe Jacinto Dalí vivieron su particular Secreto en la Montaña en la España de los años veinte. Su relación trascendió la simple amistad. Se conocieron en 1922 en la Residencia de Estudiantes de Madrid (cuando tenían 24 y 18 años, respectivamente).
Fue una gran historia de amor aunque nunca llegara a consumarse. Lorca, menos temeroso al erotismo, fue mucho más consciente del amor que sentía hacia su amigo.
Pero éste no aceptaba su homosexualidad, entre otras cosas por la influencia de un padre muy severo. Mantuvieron, a pesar de todo, una estrechísima relación personal y artística primero; y un complejo debate estético después, hasta 1928, cuando se produjo el alejamiento entre los dos.
Según la Agencia EFE (en 2015) un informe de elaborado por la Policía del régimen franquista en1965 revela que Federico García Lorca fue asesinado en 1936 junto a otra persona y define al poeta como “socialista y masón”, a la vez que le atribuye “prácticas de homosexualismo”.
Lorca es uno de los artistas de mayor renombre a nivel mundial y un poeta de peculiar musa y prosa. Sus sonetos esconden mucho de su verdadera identidad sexual, así como recrean ambientes y paisajes en donde el estilo de Ruben Darío se encuentra presente en mucho de sus versos.
Su sensibilidad va acorde con su homosexualidad y sus cartas con Dalí reflejan el debate profundo que llevaba consigo mismo tras la opresión que se vivía en España en el siglo 20 en contra de los homosexuales.
Aparentes cartas (correspondencia) entre Lorca y Dalí:
Dalí a Lorca:
“Oh, tu cara recién afeitada MOJADA, tu calzador, tu MALETA ¡ÑAÑES! tus calcetines”
“No dejes de escribirme, tú el único hombre interesante que he conocido”
“Soy más hijito que nunca ¿Me quieres?”
“Tú no haces oposiciones de NADA, te quiero mucho”
“Querido Lorquito, si estuviera contigo, haría de putito para conmoverte… bueno, te quiero y estoy fino”
Lorca a Dalí:
“Yo pienso en ti, y nunca pensé más intensamente que ahora, es ya el colmo. Te recuerdo siempre, te recuerdo demasiado. Tengo que pensar que eres feísimo para quererte más…”
La ODA a Salvador Dalí.
Carta de Federico García Lorca a Salvador Dalí
Barcelona, 31 de julio de 1927
Café de la Rambla
Mi querido Salvador:
Cuando arrancó el automóvil, la oca empezó a graznar y a decirme cosas del Duomo de Milán. Yo estuve a punto de tirarme del coche para quedarme contigo (contiguito) en Cadaqués, pero me detenía el expresivo reloj pulsera de Pepe y la nariz de Pepe que echaba en la mañana al baño de María de París un canalito de sangre clara duro en su cara lastimosa. Al despedirme de los Qucurucuchs en el recodo de la carretera, te he visto pequeño comiéndote una manecita roja con aceite y utilizando un pequeño tenedor de yeso que te sacabas de los ojos. Todo con una ternura de pollo recién salido del cascarón y tiu tiu y de pirriti mano. ¡Ay!
Ahora sudo y sufro un calor insoportable. Cadaqués tiene la alegría y la permanencia de belleza neutra del sitio donde ha nacido Venus, pero ya no se recuerda. Va hacia la belleza pura. Desaparecieron las viñas y se exaltan día por día las aristas que son como las alas y las olas que son como las aristas. Un día la luna, mojada con elasticidad de pez mojado y la torre de la iglesia oscilará de goma blanda sobre las casas, duras o lastimosas de cal o de pan mascado. Yo me entusiasmo pensando en los descubrimientos que vas a hacer de Cadaqués y recuerdo al Salvador Dalí neófito lamiendo la cáscara del crepúsculo sin entrar dentro todavía, la cáscara rosa palidísima de cangrejo puesto boca arriba. Hoy ya estás dentro. Desde aquí siento (¡ay! hijo mío, qué pena) el chorrito suave de la bella sangrante del bosque de aparatos y oigo crepitar dos bestiecitas como el sonido de los cacahuetes cuando se parten con los dedos. La mujer seccionada es el poema más bello que se puede hacer de la sangre y tiene más sangre que toda la que se derramó en la Guerra Europea, que era sangre caliente y no tenía otro fin que el de regar la tierra y aplacar un sed simbólica de erotismo y fe. Tu sangre pictórica y en general toda la concepción plástica de tu estética fisiológica tiene un aire concreto y tan proporcionado, tan lógico y tan verdadero de pura poesía que adquiere la categoría de lo que no es necesario para vivir.
Se puede decir: ”iba cansado y me senté a la sombra y frescura de aquella sangre”; o decir: “bajé el monte y corrí toda la playa hasta encontrar la cabeza melancólica donde se agrupaban los sabrosos bestecitos crepitantes tan útiles para la buena digestión.”
Ahora sé lo que pierdo separándome de ti. La impresión que me da Barcelona es la impresión de que todo el mundo juega y suda con una preocupación de olvido. Todo es confuso y embistiente como la estética de la llama, todo indeciso y desquiciado. Allí en Cadaqués la gente se siente no en el solo suelo todas las sinuosidades y poros de las plantas de los pies: ahora veo como en Cadaqués me sentía los hombros: es una delicia para mí recordar las curvas resbaladizas de mis hombros donde por primera vez he sentido en ellos la circulación de la sangre en cuatro tubitos esponjosos que temblaban con movimiento de nadador herido.