Mantener unos niveles constantes de hidratación es el mejor secreto para conseguir una piel sana y resistente a los factores externos, algo que como todo el mundo conoce, a su vez repercute muy positivamente en su aspecto.
La correcta hidratación -para la cual ahora explicaremos ciertas claves- refresca y relaja la piel de nuestro rostro y cuerpo aportándole toda el agua que necesita para lucir luminosa y flexible. Con unos buenos cuidados y constancia, conseguirás proteger tu piel de los ataques externos y dotarla de la vitalidad que necesita.
Cometemos un error al pensar que en la juventud no hay necesidad de cuidar nuestra piel, pues al igual que el resto está sometidas a la agentes externos como el sol, el viento o la contaminación atmosférica, por ello es necesario que adoptemos buenos hábitos cuando todavía estamos a tiempo de hacerlo.
¿Por dónde empiezo?
Lo primero que debes saber es que hay dos maneras de hidratarse: una desde el exterior, con las cremas hidratantes y otra desde el interior, bebiendo mucho agua.
El agua es el elemento principal de la hidratación; por lo que uno de los actos más sanos que puedes realizar para cuidar tu piel es impregnarla de agua cuántas más veces al día, mejor. Si bebes mucha agua, estarás hidratando la piel ‘de dentro hacia fuera’. No olvides nunca sus efectos benéficos y su capacidad depurativa, pues es fundamental para el aspecto final de nuestro rostro.
Todas las pieles necesitan hidratación, no sólo las secas. Las pieles grasas también requieren sus cuidados. El hecho de que exista una acumulación de grasa no conlleva que no esté propensa a la deshidratación. Lo mismo ocurre con las pieles mixtas, donde se presentan zonas grasas y secas que requieren buenos cuidados.
Y algo muy importante: No pensemos nunca que el hecho de usar cremas lleva implícito un aumento de espinillas y granitos. Lo óptimo es elegir un producto acorde con el tipo de piel que tengamos.