”Sobre algo tan amplio como el hecho de ser mujer, hace falta mucha literatura”

El próximo 6 de octubre la sala de teatro El Umbral de Primavera acoge la presentación de ‘Yo quería ser Elena Solís‘ de Ediciones Turpial, la primera obra editada en España de la autora uruguaya abiertamente lesbiana Elena Solís. Un volumen en el que a través de la historia de su alter ego -Elisa- nos narra cómo descubrió su verdadera identidad al revelarse su condición lésbica en la edad adulta, y cómo ese factor la llevó a emprender una vida visible en Montevideo como madre casada con otra mujer.

La autora, que sacude poderosamente conciencias y sentimientos con un estilo sincero, ecléctico y visceral, acudirá a la convocatoria en Madrid a través de la videoconferencia, acompañando a la la escritora barcelonesa Laura Freixas y la escultora pondevedresa Pilar V. de Foronda en la presentación de una obra que la primera ha definido como ”un libro valiente y necesario”.

A pocos días de la cita, Elena Solís nos habla del contenido de esta más que recomendable colección de relatos, presentándolo como el manifiesto íntimo de su experiencia como madre fuera del armario. Sin inmodestia ni afectación, la autora afirma que no quiere erigirse como adalid del movimiento lésbico. Son su sensibilidad social y su compromiso consigo misma los que le impulsan a comunicar su verdad sin ambages, con el objetivo de sumar una tesela más al inmenso mosaico cultural creado por las mujeres de todo el mundo. Porque para Elena Solís, el pensamiento y la creación femenina debería estar dotado de un caracter mucho más internacionalista.
 

En primer lugar saludarla y felicitarle por la edición de ‘Yo quería ser Elena Solís’, que hemos disfrutado mucho. Y es interesante, pues el ‘disfrute’ ha estado apoyado por sentimientos tan dispares como el dolor, la liberación, la decepción, el erotismo… y hasta la repugnancia.

Gracias, me alegro que lo hayan disfrutado. En mi escritura, la intención es, por decirlo de una manera, una parte de la cosa, una parte del acto de escribir. Creo que cuando escribo estoy ejerciendo un cúmulo de acciones. Una es simplemente expresarse con libertad. Este acto, es simple, en el sentido de que no es complejo, pero difícil, pues hay que desnudarse mucho. La desnudez es vertiginosa, da miedo. Pero a la vez es un acto comunicacional muy grande y valioso.  Porque todo eso que parece tan íntimo, tan personal, es en realidad muy universal. Más aun cuando se trata de la vida de una mujer. Personalmente, yo considero que sobre algo tan amplio como el hecho de ser mujer, hace falta mucha literatura, mucha obra en general. 

¿Era su intención introducir este abanico tan amplio de emociones dentro del volumen?

Mientras escribía este libro, claro que era consciente de la repugnancia, la decepción, y otras emociones negativas que puede producir. Pero seguía adelante por pura intuición, por el puro deseo de ser sincera, en un sentido artístico. Porque, claro está, ser sincera, no es ser dueña de la verdad, sino lisa y llanamente ser capaz de escribir lo que se siente y que el lector pueda entender lo que una siente. Intuía que era importante agradar y repugnar a la vez, ser fría y erótica, esclava y libre. Porque si mi personaje fuera sólo libre, sólo bella, y sensible, estaría mintiendo. Y yo odio mentir. No es fácil comprender por qué el lector puede disfrutar de estas dualidades o contradicciones, supongo que tiene que ver con esa sinceridad. A casi nadie le gusta que le mientan.

En este libro no intento demostrar que las lesbianas somos maravillosas, nuestras vidas son intensas y sinceras y nuestros hijos los más felices del mundo.’

¿Cuánto tiene que ver el uso de géneros literarios como el relato, el microrrelato y el poema en la composición que presenta la obra? ¿La considera una impronta personal en su proceso de creación?

Supongo que sí es una impronta personal, me baso solamente en el hecho de que no es muy habitual escribir o leer un libro constituido por relatos largos, algo de narrativa poética, microrrelatos, etc. Creo que la respuesta es la misma. Va por el lado de la sinceridad. Mientras escribía ”Lo que sea que haya sido” tenía mucho que decir y pude haber escrito una novela entera sólo a partir de los hechos que cuento en ese relato. Pero eran demasiado pesados, dramáticos y duros para ponerme a pensar en ellos. Mi vida se hubiera complicado mucho. Opté por escribir el relato así tal cual es. Y cuando escribí ‘Tesis de doctorado’, tenía ganas de decirle a alguien que su tesis de doctorado era patética.

Por otro lado, cuando escribí ‘Amado’ tenía ganas de tener un hijo con mi esposa y prefería un hijo natural, porque quería que ella conociera la experiencia de estar embarazada, pujar, parir, esa experiencia que yo tuve. La abnegación, el altruismo en un mundo egoísta. La soledad, la reponsabilidad. Entonces, a posteriori, re leyendo, me di cuenta que había una cohesión, una unión entre todos esos relatos y sinceramente, no vi ningún problema en el que uno sea largo, otro cortísimo otro mediano. Me pareció que se entendía, que se sentía, que había comunicación. Si algún objetivo tenía, quizás ese era el más claro, comunicar.
 

Como señala Laura Freixas en su prólogo, su redacción en ‘Yo quería ser Elena Solís’ se percibe cierto carácter de urgencia. ¿Por qué era tan importante sacar esta obra adelante?

Acá también estamos ante una pregunta que tiene una respuesta múltiple. A la vez de que, confieso, no estoy muy segura por qué la urgencia. Quizás una de las urgencias era el valor de la palabra, de la obra misma como arma. Porque, aunque parezca mentira, un libro puede ser un arma. Pero todas las armas son de doble filo. En el acto de escribir este libro hay una intención de salvarme, pero también un riesgo de, no digo morir, pero sí, quedar herida en el intento. En el contexto de mi vida actual, este libro es un arma. 

Otra respuesta es el fastidio. Una se cansa de oír, escuchar y leer falsedades y mentiras. No tengo idea por qué se miente tanto, no sé qué se gana con eso. Específicamente en el arte vinculado a la diversidad, el arte que tiene personajes homosexuales y que sobre estos trata, muchas veces, no siempre, claro, hay una discriminación subyacente. Es la que produce personajes que quieren demostrar que, aunque una es homosexual, es una buena persona, con buenos sentimientos, limpita y ordenada. Esta forma de reivindicar el derecho a ser homosexual me resulta un cliché muy tonto, algo que me tiene bastante cansada. Así que una de las urgencias sería empezar a terminar con ese tipo de reivindicación con formato cliché. 

Otra urgencia es el cansancio de la vida misma, las cosas que una tiene que padecer, como si me encontrara en la parada del ómnibus o en el parque paseando a mi perra y me pusiera a contarle a la vecina todo lo que me está pasando y ella me contara a mí todo lo que le pasa. Creo que este libro se parece bastante a lo que le cuento a las vecinas en el parque.  Todos necesitamos expresarnos con desesperación porque nuestras peripecias siempre son las más duras. Y después nos vamos para casa aliviadas, sintiendo que al fin alguien nos comprendió.

La protagonista de la obra descubre su orientación homosexual en la edad adulta, algo que le lleva a reformular su escala de valores ¿Cree que los aspectos relacionados con la condición sexual deben formar parte de nuestra construcción social como individuas/os? 

Yo no tengo muchas opiniones generales. Generalmente opino sobre mí misma. A mí me parece que los aspectos relacionados con la orientación sexual, no con cualquier condición sexual, el sadismo, el voyeurismo, estarían excluidos de esta reflexión. La condición sexual referida a la orientación sexual, al hecho de que me siento atraída por mi propio sexo desde el punto de vista sexual, a los aspectos performativos, a la imagen que yo proyecto, estas cosas me resultan muy importantes para la construcción de mí misma como individuo en esta sociedad. Realmente estoy convencida de que yo, Elena Solis, no podría ser feliz si tuviera que ocultar mi condición de lesbiana. Tendría que mentir en las reuniones de amigas, en las reuniones familiares, en la ropa que me pongo, en la forma como camino, en lo que digo y escribo. Sería pavoroso. 

La visibilidad tiene consecuencias, en mi caso, graves. Pero estoy totalmente convencida que es mucho mejor así. Y siempre digo que no soy valiente, porque si viviera en Rusia, o en otra época, si me mataran por la visibilidad, si en mi país ser lesbiana fuera un delito, confieso que me escondería. Vivo en un país en el que es viable, aun difícil, pero viable, ser una lesbiana visible.

Soy una convencida de que la mejor manera de bregar por algo es hacerlo. La mejor forma de apoyar el amor en el mundo es amar. La mejor forma de apoyar la paz es ser pacífica. En mi caso, ser una lesbiana visible es una condición para ser feliz, pero no cabe duda que, en segunda instancia, es un acto, un granito de arena político, un pequeñísimo engranaje en la máquina de producir un cambio social en el sentido al que refiere la pregunta.

Muchas mujeres están dispuestas a ser un objeto toda su vida. Un objeto no corre muchos riesgos.’

En este mismo sentido, ¿qué peligros cree que enfrentan las mujeres que, al igual que Elisa en la primera parte del libro, no se escuchan a sí mismas y se dejan arrastrar por convenciones sociales sin saber si se ajustan a sus necesidades y aspiraciones?

Creo que muchísimas mujeres viven como Elisa. Realmente creo que vivimos en un mundo en el que, muchas veces, sentimos que todo cambió mucho pero otras veces sentimos que no cambió nada. A veces parece que sólo cambiaron las formas como se manifiestan las cosas. Muchas mujeres están dispuestas a ser un objeto toda su vida. Un objeto no corre muchos riesgos. Tiene que venir alguien a ponerlo en el lugar adecuado, para que no se caiga y no se rompa.  Generalmente ese alguien es un hombre. Pero casi todas las mujeres, en algún punto, hemos sentido esa necesidad de dejar de ser un objeto. Supongo que hay varios peligros en ese descubrimiento. Ser un objeto toda la vida es, ni más ni menos, que renunciar a la vida misma. 

Reaccionar demasiado tarde, reaccionar cuando ya no queda mucho tiempo de vida, ese es otro riesgo. Dedicarse y proyectarse a los hijos y finalmente darse cuenta que ellos tendrán su propia vida, que has hecho por ellos lo que tenías que hacer y nada más, lo mínimo indispensable. Muchas mujeres que han vivido de esa forma, cuando los hijos crecen, cuando el trabajo sigue siendo sólo una fuente de superviviencia y el amor y la sexualidad plena jamás aparecieron, se deprimen mucho, severamente y realmente corren riesgo de vida. Conozco algunas mujeres que cada vez que entran a su casa, saludan a su esposo y a sus hijos, preparan la cena, tienen muchas ganas de morirse.

Tras abandonar a su marido, y antes de encontrar a su esposa, Elisa se echa a los brazos del amor pasional con una mujer que se revela como una persona altamente tóxica y limitadora. A su juicio, ¿puede la discriminación actuar como gatillo de situaciones de abuso en la pareja?

La discriminación que una pareja homosexual vive, en la modalidad de la discriminación que se da en un país que legalmente prohíbe la discriminación, supongo que podría definirse como una trama de acciones externas a veces sutiles y a veces evidentes que van hiriendo a la pareja desde fuera, pudiendo generar, sin duda, conflictos en el interior de la misma. 

Pero también, siguiendo la línea de la sinceridad en el sentido de no reivindicar la homosexualidad en forma de cliché y, como suelo hacer, hablando por experiencia propia, considero que la pareja homosexual tiene o puede tener los mismos problemas que las parejas heterosexuales. Por eso en este libro no intento demostrar que las lesbianas somos maravillosas, nuestras vidas son intensas y sinceras y nuestros hijos los más felices del mundo. Por el contrario, las parejas homosexuales tienen y tenemos algunos problemas comunes con las parejas heterosexuales. Celos, violencia, traición, tedio, pérdida del erotismo, comodidad, amor / odio y supongo que muchos más. 
 

La obra también denuncia el recelo hacia las madres fuera del armario por parte de la sociedad uruguaya, de lo que se desprende cierta subestimación de las capacidades de las y los homosexuales para educar a menores. 

Una vez más tengo que aclarar que siempre me refiero a mi experiencia personal y a un círculo de amistades bastante amplio que incluye a muchas madres lesbianas, en todas las modalidades posibles. Inseminación, adopción, hijos naturales, etc. Desde este punto de vista, efectivamente, yo afirmo que la visibilidad lésbica, siendo madre, constituye un peso mucho mayor que para las lesbianas que no son madres. Ya hice referencia a las formas que toma la discriminación en un país en el que no es políticamente correcto discriminar a una persona por su orientación sexual. La discriminación no se hace frontalmente, cobra una forma disimulada. 

A mi juicio, las madres lesbianas sufrimos una forma de discriminación muy dura que es la acusación de que nuestros hijos sufren por nuestra condición. Es el discurso de ”yo no te discrimino, pero como terapeuta de tu hijo, tengo que recordarte que la sociedad es muy dura y será muy agresiva hacia tus hijos”. Este discurso tiene una doble condición. Por un lado es absurdo e hipócrita. Las personas que hacen este tipo de afirmación son las primeras discriminadoras. Esa discriminación la transmitirán a nuestros hijos. 

Por otro lado, pretende que las madres lesbianas nos mantengamos escondidas y que jamás le digamos a nuestros hijos que somos lesbianas. Es un discurso que nos recomienda mostrarle a nuestros hijos una imagen de mujer asexuada que sólo se ocupa del bienestar de ellos. Una de las modalidades de maternidad más estéril. Se trata de enseñar a nuestros hijos a mentir y a vivir como seres asexuados. Porque no olvidemos que casi todo lo que nuestros hijos aprenden proviene de nuestros actos, mucho más que de nuestras palabras. En mi vida personal, no me cabe ninguna duda que, desde que mi condición de lesbiana fue visible, mi condición de madre se ha visto totalmente violentada, vulnerada y puesta en tela de juicio en muchos niveles.

Las madres lesbianas sufrimos una forma de discriminación muy dura que es la acusación de que nuestros hijos sufren por nuestra condición.’

Siguiendo con el tema de la maternidad, en España se ha limitado recientemente el servicio sanitario público de reproducción asistida a las mujeres que no acrediten tener pareja varón. ¿Qué opinión le merece una decisión política de estas características? 

No conocía esa situación del servicio sanitario en España. Me parece muy mal. Yo considero que una mujer soltera y/o una o dos mujeres lesbianas, tienen todo el derecho del mundo a tener hijos, que, en términos generales no hay motivos para considerar que sean menos capaces de criar hijos. 

Me molestan mucho algunos artículos que se publican en algunas revistas y publicaciones gayfriendly que afirman cosas tan tontas como que está comprobado que los hijos de parejas homosexuales son más felices que los de las parejas heterosexuales. No creo que haya suficiente experiencia al respecto y mucho menos una forma de demostrarlo científicamente. Ni siquiera podemos definir qué es la felicidad. Creo simplemente que una pareja de mujeres tiene la misma capacidad y el mismo derecho a criar hijos que una pareja heterosexual. 

La soltería es una dificultad para criar hijos, en el sentido de la demanda que estos implican. Es realmente una tarea que requiere mucho esfuerzo y vivirlo sola debe ser muy duro. Yo nunca pasé por eso. Pero no cabe duda que es más viejo que andar a pie. Porque con ley o sin ley, millones y millones de personas han sido criadas únicamente por su madre y bien parados están en el mundo.

Y en Uruguay, ¿dónde recurre una mujer lesbiana cuando quiere ser madre?

En Uruguay se reglamentó una ley a través de la cual cualquier mujer sola, menor de cuarenta años, puede acceder a tratamientos de reproducción asistida en forma gratuita. La mujer no necesita acreditar pareja hombre.
 

También es curioso comparar la experiencia que narra en la obra con la percepción externa que tenemos de su país, que por segundo año consecutivo lidera un estudio que estima la inclusión de LGTB en toda América Latina. 

No hay duda de que Uruguay ha avanzado mucho en términos legales y sociales con respecto a todo lo que tiene que ver con la inclusión de las personas LGTB. También es cierto, que, en términos comparativos, estamos mejor que muchas naciones en el mundo. En mis relatos se narran muchas peripecias vinculadas a la visibilidad lésbica y a la condición de madre lesbiana. Desde esa subjetividad con la que escribo, estas vivencias resultan muy duras y seguramente así se le transmiten a los lectores, porque así las vivo. 

Es muy duro ser cuestionada como madre por ser lesbiana, pero años atrás no hubiera podido pasar por eso, simplemente porque no hubiera podido casarme o porque el ambiente y la sociedad no me hubieran permitido siquiera declararlo. No creo que mi libro contradiga el liderazgo de Uruguay en ese tipo de estudio. 
 

¿Qué espera de la cita del próximo 6 de octubre?

Espero la alegría del encuentro con Laura Freixas y Pilar V. de Foronda, quienes me honrarán en realizar la presentación, por supuesto la alegría del encuentro con el público español.  La alegría de la comunicación misma en una charla amena, a pesar de la distancia, y por supuesto deseo que el libro guste, que sea lea, que conmueva, que se venda y que se preste, que pase de mano en mano.

‘Yo quería ser Elena Solís’

Autora: Elena Solís

Editorial: Turpial 

Páginas: 192 

Formato: 13cm x 21cm / Rústica con solapas

Precio:  16.05 €

ISBN: 978-84-95157-72-0

A la venta en: turpial.com

Más info: elenasolisescritora.blogspot.com.es

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