El cardenal O’Brien renuncia tras ser acusado de cometer ‘actos impropios’
La máxima autoridad de la Iglesia Católica en el Reino Unido, el cardenal Keith O’Brien, se ha visto obligado a renunciar a su cargo tras salir a la luz pública las acusaciones de tres curas y un ex sacerdote que alegan que el prelado había cometido ‘actos inapropiados’.
Una vez leídos los motivos, uno puede establecer un claro paralelismo entre la renuncia del cardenal y la película ‘Banquete de bodas’ del oscarizado Ang Lee. El filme trata de un inmigrante homosexual que vive en USA y tiene que casarse con una mujer para contentar a sus padres y guardar las apariencias ante una familia conservadora.
En el caso del cardenal, no deja de resultar paradójico que un miembro de la iglesia que se había destacado por sus excesivos ataques al colectivo LGTB en realidad se sienta atraido por las personas de su mismo sexo. Dejando lo anecdótico a un lado, lo que en realidad es grave es que haya utilizado su posición de poder dentro de la iglesia para acosar sexualmente a más de un miembro del colectivo eclesiástico.
Un lastre para la iglesia
El problema de O’Brian no es que su homosexualidad haya dejado el terreno de la suposición para instalarse en el de la certeza (algo preocupante cuando uno es cardenal de la iglesia católica), sino que ha vuelto a destapar una cuestión que se está convirtiendo en uno de los mayores lastres de la iglesia (y uno de los principales motivos por el que Benedicto XVI abandonó su papado): la imposibilidad de enfrentarse y atajar los abusos sexuales dentro de su seno.
Las denuncias contra el cardenal se remontan a la década de los ochenta. Los cuatro denunciantes, pertenecientes a la diócesis de St Andrews y Edimburgo, se han quejado ante el nuncio Antonio Mennini, embajador del Vaticano en Gran Bretaña, y exigieron la renuncia inmediata de O’Brien por continuados ‘actos impropios’, algo de vital importancia, puesto que significa que O’Brien no asistirá al cónclave que debe elegir al nuevo papa tras la dimisión de Benedicto
Reveladores testimonios
El tabloide dominical ‘The Observer’ ha conseguido los escalofriantes testimonios de las víctimas del cardenal Keith O’Brien.
El primer denunciante, que ahora está fuera de la iglesa, afirma que todo empezó cuando un seminarista de 20 años de edad, en el Colegio San Andrés, donde O’Brien fue su ‘director espiritual’. El seminarista indica que estaba demasiado asustado para denunciar el incidente, pero dijo que su personalidad cambió, y sus maestros le señalaban de manera habitual que parecía deprimido.
Fue ordenado sacerdote, pero él le dijo al nuncio en su declaración que renunció cuando O’Brien fue promovido a obispo. ‘Yo sabía que siempre tendría poder sobre mí. Se suponía que abandoné el sacerdocio para casarme. No lo hice. Me fui para preservar mi integridad’.
El segundo asegura que fue invitado por el entonces arzobispo O’Brien a pasar una semana en su residencia, donde intentó propasarse después de haber bebido a altas horas de la noche.
El tercer denunciante, acusa al cardenal de haber intentado abusar también de él al amparo de la plegaria de la noche. ‘Es una persona muy carismática, alguien a quien siempre vimos como un superior y a quien creíamos capaz de guiarnos en momentos de dificultad’, mientras que el último acusa a la máxima autoridad de la iglesia católica en Gran Bretaña de abuso de poder e intimidación.
La denuncia ha dejado en una desastrosa posición al cardenal. O’Brien ha sido un abierto opositor de los derechos de los homosexuales, ha condenado la homosexualidad como algo inmoral, se ha opuesto a la adopción por parte de parejas del mismo sexo, y recientemente argumentó que los matrimonios homosexuales serían ‘perjudiciales para el bienestar físico, mental y espiritual de los involucrados ‘…sin embargo, estas acusaciones le colocan en una situación en la que, obviamente, sus consejos no van a ser escuchados y su persona no puede ser tomada como ejemplo. Eso sí, las acusaciones han vuelto a hacer un flaco favor al estamento eclesiástico, puesto que sirven para seguir alimentando el inmenso espacio que hay entre la sociedad y la iglesia católica.