San Sebastian

Con motivo de la visita del Papa, el comité organizador de la II Feria Internacional de los Negocios y del Turismo Gay, ExpoGays, que se celebrará en Torremolinos del 14 al 16 de octubre, solicita a su Santidad Benedicto XVI que reconozca al mártir San Sebastián como ‘Patrón de la comunidad gay-lésbica’.

Esta petición formal se hace eco de uno de los más famosos iconos de la comunidad LGTBQ. Aunque sea de forma oficiosa, para muchos gay católicos San Sebastian es el símbolo cristiano de la homosexualidad.

¿Te parece razonable esta reivindicación?

¿Por qué esta petición? Por el importante número de homosexuales católicos que lo reivindican como santo patrón y, lo más importante, intercesor.

Es una manera de solicitar al Papa que de un giro aperturista ‘para que los creyentes homosexuales también tengan cabida en el seno de la Iglesia Católica y puedan vivir su fe sin que tengan que sufrir la secular marginación impuesta desde Roma’.

Tanto la historia de San Sebastián como su significativa presencia dentro de la cultura gay más moderna suponen un ejemplo de integración de dos posturas aparentemente opuestas y enfrentadas: catolicismo y homosexualidad.

El comité de ExpoGays cree que el Papa podría en España tender un puente hacia el entendimiento con ‘los millones de homosexuales católicos que se sienten excluidos por las rígidas normas que impone el Vaticano, nada acordes con los nuevos tiempos y que le hace perder credibilidad’.

También hay católicos gays, y San Sebastian puede ser el nexo de unión entre la Iglesia y los homosexuales.

Además, tradicionalmente al santo se le atribuye un papel de protector contra las epidemias, lo que ha hecho que la comunidad gay lo considere protector contra el vih.

La unión de dos de sus cualidades principales -sumisión y valentía-, su rebeldía ante el poder establecido, la erótica y sugerente forma -casi sadomasoquista- de su caracterización artística y el haber sido igualmente querido y humillado públicamente han hecho que gran parte la comunidad gay masculina se identifique con San Sebastián y lo enaltezcan como símbolo.

Sebastián nació en la mitad del siglo III en el seno de una familia militar y noble de Narbona -Francia-. Fue tribuno y capitán de la primera cohorte de la guardia pretoriana de Diocleciano -que le apreciaba especialmente al desconocer su tendencia cristiana- y disfrutó hasta su prendimiento del respeto y la admiración de sus contemporáneos.

Sebastián se ganó el favor del emperador gracias a su labor en muchas batallas, destacándose como uno de los soldados más intrépidos. Por otro lado, sus buenos modales y hábitos le distinguían del grueso de la milicia.

Se dice que lo que más apreciaba Diocleciano de su persona era la mezcla entre fortaleza, sumisión y fidelidad. Sin embargo, no rendir culto a los dioses del Imperio sería justificación suficiente para su degradación social

Aunque la persecución de los cristianos en el Imperio Romano de Diocleciano no tenían nada que ver con las de la época de Nerón, todavía se debía guardar cierta discreción para evitar otro repunte violento de la represión religiosa.

En este periodo de relajación, San Sebastián aprovechó su popularidad para hacer proselitismo y convertir al dogma cristiano a otras ilustres e influyentes personalidades de la época. Hasta que fue descubierto.

En su ‘apostolado’, San Sebastián tenía por costumbre visitar para animar a los cristianos encarcelados. Tras la visita a dos de ellos, los próximamente martirizados Marco y Marceliano, comenzó a ser reconocido públicamente como cristiano.

Por sus cada vez más indiscretos servicios a la fe cristiana, San Sebastián fue llevado delante del Emperador, frente a quien reafirmó su fe a sabiendas de que sería castigado. Diocleciano dictó sentencia: sería atado a un árbol y asaeteado en zonas no vitales del cuerpo, de forma que falleciera desangrado después de una larga agonía.

Gracias a varios amigos y a Santa Inés -que por entonces era una noble recién convertida- San Sebastián no muere y puede curar sus heridas. Una vez recuperado, quiso presentarse de nuevo ante Diocleciano para echarle en cara sus creencias idólatras.

El Emperador esta vez ordenó a sus soldados que le azotaran hasta la muerte. En esta ocasión se aseguraron bien de cumplir sin errores la misión.

El culto a San Sebastián como protector contra la peste -así como su representación artística- datan de muy antiguo, aproximadamente desde el siglo VI.

A partir del Renacimiento se comenzó a reproducir en pleno martirio, semidesnudo y con varias flechas clavadas en el cuerpo. La expresión, que mezcla éxtasis y dolor, puede considerarse como resumen de las ideas que la exposición quiere reflejar.