Eurobatacazos

La intérprete más celebrada por los eurofans de la década de la movida, con permiso de Paloma San Basilio, es Remedios Amaya. Una gitana de ley que, pese a su último puesto ha sabido permanecer en la memoria colectiva de todos los españoles. Una vez más, en Europa hicieron oídos sordos al cante flamenco y a las reivindicaciones pacifistas que defendía Remedios.

Ella se presentó descalza en el escenario y con un aire hippie, vestigio del movimiento de los 70. Como demuestran sus cero puntos en la parte más baja de la tabla, fue una gran incomprendida dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, el tiempo a sabido ponerla en su lugar: en el lugar más alto del ranking de Chueca.com.

Quien también tuvo el honor de estrenarse en Eurovisión con otro record, en este caso el de logar por primera vez cero puntos y el de ser también el pionero en quedar último, fue Víctor Balaguer. Fue con una balada clásica, ‘Llámame’, y a su favor hay que decir que la posición fue compartida con otros países y que su vozarrón era un prodigio para los oidos.

En parte, tiene un toque galante que nos recuerda a Daniel Diges. Eso sí, salvando las diferencias ya que no es comparable el vals que defiende el madrileño con el baladón coplero de antaño. La de Diges es mucho más modesta y pequeñita pero, a la vez, más mágica. Esperamos por ello que le vaya bien y no siga los pasos de ningún miembro de esta galería.

¡Mucha suerte pequeñitos!

La maldición del flamenquito venía de lejos. Nada más y nada menos que de 1965 cuando Conchita Bautista logró los mismos puntos de Amaya (cero) en el festival celebrado en Nápoles. La canción y la interpretación son mucho más dignas que las de la mayoría de las canciones de las últimas décadas. Aún así, Bautista se tuvo que conformar con los últimos puestos, empeorando así la posición novena que había ocupado en Cannes 1961 con ‘Estando contigo’, canción con la que nos estrenamos en el Eurofestival.

Casi 50 años después de la entrada de nuestro país en el eurofestival los españoles seguimos sin terminar de asimilar nuestras derrotas. Y eso que hemos tenido unas cuantas.Así, a cuatro décadas de nuestra última victoria, TVE sigue sin dar en el clavo, quizá porque no ha aprendido nada de sus derrotas.

La última desazón nos la llevamos el año pasado con Soraya en Moscú. Pese a que la interpretación y la garra de la extremeña, nuestro país no logró pasar del puesto número veintitrés. ¿Las razones? Un vestuario horrible, una realización televisiva patética y una coreografía de Maite Marcos cuyo número de magia no terminó de sorprender. También es sabido por todos que tve infringió la normas del concurso al no emitir una de las semis, lo que pudo perjudicar a Poyeya. Aún así, logró 23 puntos que le permitieron salvarse del último puesto.

Tampoco lo tuvieron fácil en Helsinki el grupo D’Nash y es que defender una canción compuesta en parte por Rebeca de ‘Duro de Pelar’ tiene su mérito. La coreo, una vez más, no estaba demasiado currada y se inspiraba en el lenguaje de los sordomudos. Quizá sabiendo que después de la actuación de estos pseudoimitadores de los Backstreet Boys, más de uno de los telespectadores perdería algo de oído.

La posición número 20 fue el resultado de esta canción que apostaba por ritmos latinos y timbaleros con letra en spanglish. Ni que decir tiene que rebeca se lució y que analizarla debería ser objeto de tesis doctoral.

Muchísimo más merecida que la derrota de los dos anteriores fue la de Las Ketchup. Ni que decir tiene que la canción no era nada festivalera y que la selección a dedo por parte de un grupo de expertos interno a tve tampoco las benefició. Su mayor sorpresa fue que de la noche a la mañana pasaron de ser tres a cuatro.

Su coreografía con sillas del ikea montada por un Premio Nacional de Danza también tiene su guasa y lo único que nos extraña es, que además de darles el puesto 21, las hijas del Tomate no se fueran con una tomatada por parte del público.

También eran tres, pero mucho más saladas que las anteriores. Tuvieron la difícil misión de recoger la herencia OT, tras las intervenciones de Rosa, Beth y Ramón, en los que se consideran los años de renacimiento de Eurovisión en nuestro país.

No cumplieron las expectativas, ya que empeoraron a su predecesor en 10 puntos. Desafinaron, sí, pero al menos lo hicieron con gracia. Lo más llamativo de su actuación eran sus trajes arabescos, que les vinculaba más a Turquía que a nuestro propio país. Lo más divertido que nos brindaron en Kiev fue la especie de rap interpretado por uno de los tres maromos que las acompañaban.

No nos ha ido demasiado bien en el nuevo milenio a pesar de que Lydia cerró los noventa con un sólo punto en el marcador, cortesía de los croatas. Pese a él la joven cantante tuvo que conformarse con un vigésimo tercer puesto. Todo un honor que le convierte en la cuarta española en quedar última en el festival.

Con su actuación Tve quería dar un aire joven y fresco. Tanto que encargaron el modelito a una Ágata Ruiz de la Prada, que a la hora de diseñarlo estaba un poco trasnochada del Gay Pride. Quizá pensaron que así mantendrían contentos a los eurofans y al colectivo, que el año anterior había asistido a la victoria de Danna International. No conforme con su humillante puesto en Israel, una gafe Lydia volvía el pasado año al mundo de la música con un único objetivo: cargarse ‘Presuntos Implicados’.

Tres puestos más arriba que Lydia quedó Antonio Carbonell, en un festival celebrado en Oslo que muy pocos recordarán. La actuación es valiente y muy digna en su género y, pese a quedar en puesto número veinte y empeorar con creces la actuación del año anterior de Anabel Conde, a nosotros nos gusta porque al menos no íbamos de lo que no somos.

Elegimos el género flamenco, un ritmo que sólo en contadas ocasiones (Azucar Moreno) ha gozado del respaldo europeo. Antonio Carbonell se rodeó bien para la ocasión: una maravillosa orquesta (qué tiempos) dirigida por el Maestro Leyva y otras dos hembras de raza, las Chamorro. Él también tenía su punto con un look ‘sandokanero’ que sedujo a los miembros de los jurados.

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De los noventa seguimos retrocediendo a los ochenta, porque mención a parte merece la actuación de Patricia Kraus, hija del maestro de maestro Alfredo. Lo hizo en 1987 en Bruselas con un género muy distinto al de su progenitor. Tanto que por no saber no sabemos ni a qué genero referirnos.

Sí, eran los Ochenta pero Patricia parecía maquillada y vestida por una delegación extranjera. La interpretación tampoco fue la adecuada y la rareza de la canción hace que no sepamos si realmente nos gusta o nos disgusta. Sólo los griegos se atrevieron a votarla con 10 puntos, lo que le salvó de quedar última. Quedó decimonovena y desde entonces no ha logrado levantar cabeza. En la actualidad se castiga sus oídos dirigiendo a los niños de ‘Quiero Cantar’.