David Cal (Personajes)

Comienza la cuenta atrás y Cal no quiere que se repita la pequeña decepción de Pekín. Sigue entrenando con la misma pasión y rigurosidad porque sabe que en el remo la diferencia entre el ganador y el perdedor es, como ya señalamos, cuestión de centésimas.

El cronómetro juega a su favor y, a pesar de ser cada vez un poco más viejo, la madurez y la veteranía le sientan genial. Motivo por el cual estamos convencidos de que en Londres 2012 nos volverá a dar más de una alegría montado en su canoa. Que Ness eche a correr porque en los lagos de Gran Bretaña sólo habrá sitio para un monstruo y ese se llama DAVID CAL.

Metro ochenta y tres y ochenta y cinco kilos son las proporciones de este gallego de ojos azul intenso como las aguas que apacigua.

A sus veintisiete años el de Cangas do Morrazo (Pontevedra) es el estandarte y referente del piragüismo en nuestro país. Méritos no le faltan.

Su palmarés, repleto de medallas a nivel nacional e internacional, no deja lugar a dudas. Estamos ante una bestia de aguas mansas, que demuestra su potencial cada vez que se sube a una canoa monoplaza.

Cien, dos cientos o trescientos metros, la distancia no intimida a David Cal, que tiene la suficiente resistencia, fuerza y velocidad para ser uno de los maestros de los quinientos y mil metros, sus categorías estrella.

Lleva toda su vida dedica a este deporte, desde que se iniciara a los 14 años de edad en el Centro Gallego de Tecnificación Deportiva, y su anatomía delata semejante esfuerzo. Sus biceps y sus triceps se iban desarrollando a medida que el pontevedrés se hacía con el control de todas las rías y embalses que surcaba su canoa. Al principio, el esfuerzo era mayor, pero hoy sus brazos, fuertes como rocas, no se achican por nada.

Semejante talento y templanza no pasó por alto a su Club con el que compite a nivel nacional (C.M. Ría de Aldán) prácticamente desde que inició su vida deportiva.

Más de una década de aprendizaje y esfuerzo en la que ha pasado por las manos de varios entrenadores hasta llegar a su preparador actual, Suso Morlán.

Palada a palada ha ido fraguando su éxito y su arquitectónica anatomía, sin duda una de las más deseadas del olimpismo español. De proporciones áureas dignas de la Antigüa Grecia, David Cal ha conseguido todo lo que tiene a base de constancia y duro entrenamiento.

Mañana a mañana, madrugón a madrugón, el pontevedrés rema en soledad por las frías aguas del embalse de Berducio bajo la atenta mirada de su entrenador. Luego le esperan largas y duras sesiones de ginmnasio ya que, aunque genética no le falta, el de Cal es un cuerpo trabajado armónicamente para fundirse en su remar con las fuerzas de la naturaleza.

Mito terrenal, David Cal consigue que a sus paso hasta las aguas más bravas se vuelvan mansas y se rindan a sus pies. Zeus también lo hizo y, más de dos mil años después de sus inicios, laureó a Cal en los Juegos Olímpicos de Atenas.

Todo el Olimpo ovacionó sus marcas en 2004, mientras en España se asistía atónitos al nacimiento de uno de los deportistas de élite más importantes de esta década.

No podía ser de otro modo, coronado de laurel, el corpulento gallego se cansó más de subir al podium que de remar en su canoa, ya que en esos juegos David ascendió en dos ocasiones a los lugares más altos. Su oro y su plata ‘CALcinaron’ al resto de piragüistas.

Cal participó en las pruebas de 500 y 1000 metros individuales en canoa. En la segunda categoría, y tras hacer un tiempo de 3:50.091 en la manga inicial del Kílometro, el gallego consiguió sobrepasar al alemán Andreas Dittmer en sólo 52 centésimas.

En los 500, Cal volvió a ganar la manga inicial con un tiempo de 1:48.397, sin embargo esta vez se vio superado por Dittmer en sólo 34 centésimas, lo que le dejó un sabor agridulce. Sin embargo, su plata supo a oro.

Podría haber sido el modelo de una conocida marca de calzoncillos, porque a pocos le sientan las mayas dejan a la vista todos sus encantos. Sin embargo, sus méritos y su talento innato y trabajado, hacen que David guste más allá de su físico.

Aparentemente tímido y reservado, la simpatía del piragüista unida a su saber estar y a sus méritos deportivos llevaron al Comité Olímpico Español a elegirle como abanderado de nuestra delegación en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. Las expectativas puesta en él eran altas y, aunque no logró cumplirlas al cien por cien, volvió a casa con dos nuevos metales bajo el cuello.

Aterrizó en Pekín con fuerza neptúnica y muchísima ilusión. Cuatro años de intensa preparación, un subcampeonato mundial y otra medalla de oro en 2005 y 2007, le situaban como uno de los grandes favoritos para hacerse con el oro. Él iba a por todas y su reto era igualar o superar la marca de Atenas.

Se quedó a sólo un paso o, mejor dicho, a un remo ya que en las dos pruebas en las que participó C1 500 y C1 1000 m ganó la plata. Dos nuevos metales que sirvieron a nuestro país para logar la mejor marca histórica en el medallero, con excepción de Barcelona 92.