Hace unos meses, durante una visita a México, Alberto Fuguet recibió un mensaje en papel acompañado de unas balas. La amenaza de muerte tenía que ver con “Sudor”, su nueva novela de más de 600 páginas que le hinca a la hoguera de las vanidades literarias y les da voz a los voraces usuarios de Grindr, la red social gay.
En sus páginas figuran el hijo de alguien muy parecido a una vaca sagrada del ‘boom’ de la literatura latinoamericana (el modelo es Carlos Fuentes), un editor de libros muy gay y un Santiago de Chile hiperventilado. Mejor salirse de los límites que aburrir con la tibieza de los términos medios, aunque para algunos eso es inconcebible. Conversamos con Fuguet a propósito de esta polémica novela.
—¿La novela está cumpliendo sus propósitos?
No sé si mi deseo fue que me mataran pero, obviamente, quise jugármela. Luego capté que no a todos les gusta este tipo de juego y que falta mucho humor y sexo en la literatura latinoamericana. Yo quería joder y jugar con la idea del ‘boom’ y la farándula literaria. Supongo que deseaba que esos escritorcillos engominados del séquito de Fuentes se asquearan. Pero de ahí a recibir amenazas con balas es claramente otra cosa. Por eso callé y he hablado poco de esto (capaz un día escriba mis aventuras con mis guardaespaldas en Jalisco), porque tampoco quería quedar como víctima o usar algo tan grave como publicidad. Siento que me lo busqué, pero eso no es razón suficiente. A lo más herí, fui torpe y burdo, pero no creo porque la familia Fuentes no es amiga mía. No traicioné a nadie. Y tampoco está tan mal traicionar: es parte de la literatura.
— ¿Cómo lo has procesado?
Trato de procesarlo como un gaje del oficio y de las giras literarias, como cenar con Jorge Volpi, tener que soportar a Héctor Aguilar Camín o a Juan Villoro, o desayunar con Sergio Ramírez y querer volver a acostarse.
—¿Exageraron? ¿Paranoia? ¿Te reafirmaron ciertos clichés sobre algunos clanes del ‘boom’?
Nunca hay que subestimar a los escritores que han sido diplomáticos ni a la homofobia cubierta de buena onda. La literatura que me interesa se arma de gestos poéticos que molestan, y no de los que agradan. Lo bueno es que accedí al ‘under’ y al mundo gay mexicano que ha sido creativo y que, poco a poco, está dejando de ser ‘closeteado’. El cliché según el cual el ‘boom’ es heterosexual, homofóbico, mafioso y está fascinado con el poder es totalmente cierto. Moraleja: se escriben libros que no se leen pero que implican viajes a decenas de ferias.
—¿Cómo se explica que la sátira, el goce y las ganas de rockear/punkear desde la literatura aún escandalicen?
Yo de verdad hice “Sudor” como todos mis libros: para unos pocos. Para un nicho. En este caso, además, pensé: los chicos que están en Grindr no tienen su novela. Qué ganas de que un chico gay lea “Sudor”, se le pare y la sienta cercana, y que el resto lea la novela como una sátira de costumbres y un ingreso a un microcosmos que quizás lo tiene cerca pero que no conocía o se atrevía a conocer.
—¿Que “Sudor” genere ruido en su contra sería en el fondo un elogio?
Siempre hay que generar ruido. Y este es un elogio, claro, sobre todo si viene de la madrastra o de quien sea. Supongo que obedece a un cierto miedo y hasta asco. ¿Por qué no plasmar lo homoerótico? Deseo llevar mi prosa más allá de lo que empezó Vargas Llosa en los 60. También hay que estar atento al ruido favorable, y si este viene de amigos o de gente que uno aprecia y respeta, genial. Si no, hay que analizarlo. Existe toda una mafia que se dedica a elogiar, prologar y hacer ‘blurbs’ falsos. Lo importante es que reaccionen, así al menos uno sabe si el libro se leyó.