Ya sea que no creas en el matrimonio o que no esté en tus planes hacerlo, el tener la libertad de poder casarte con quien elijas hacerlo debería ser un derecho básico que no esté sujeto a tus preferencias sexuales. Y justo esto eso es lo que busca la campaña del matrimonio igualitario: ser un trampolín del que podamos saltar hacia otros derechos en una sociedad que debilite cada vez más los prejuicios y discriminaciones que sufre día a día la comunidad LGBT.
Normalizar acciones que como se ha dicho antes, deberían ser un derecho básico únicamente sujeto a nuestra capacidad de decisión, abre las puertas de un mundo más abierto, más tolerante y mucho menos ignorante.
Quienes aseguran que el matrimonio gay atenta contra las bases de esa ‘sagrada’ institución, son las mismas personas que se creen con el derecho de señalar a otras minorías sociales, ya sea por su práctica religiosa, raza, o cualquier singularidad que no encaje en su concepto de ‘normal‘.
Mientras sigan existiendo prejuicios en el mundo que nos encasillen en una falsa idea de cómo ‘deberían‘ ser las cosas, seguirán surgiendo crímenes de odio que no sólo nos afectan como comunidad, sino como humanidad en general.
Por eso, creer o no en el matrimonio no es relevante para que apoyes esta campaña de igualdad, sino el entender que mientras existan factores discriminatorios que sigan alineándonos del resto de la sociedad, la libertad de la comunidad LGBT estará sujeta a las ideas obsoletas de quienes dictan lo que es ‘normal‘.