Desde que comenzara a celebrarse en Cuba la Jornada contra la Homofobia muy poco se ha avanzado en la defensa de los derechos de la comunidad LGBTI.
El CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual) ha elegido las causas más radicales -aunque no por ello menos atendibles-, como el derecho al cambio de sexo, o “luchar” para que en las escuelas no se fomenten prejuicios como la homofobia y la transfobia. Pero la legalización del matrimonio homosexual que traería consigo los beneficios del derecho conyugal, sigue aplazándose por razones de una vaguedad insultante.
La postura de la Iglesia es bien clara al respecto; así que cualquier acción en este sentido constituye una pérdida de tiempo. El argumento de que “no hay matrimonio homosexual en Cuba porque la Iglesia no está de acuerdo”, no pasa de ser una torpe justificación dado que al gobierno siempre le ha importado poco la opinión del clero; excepto cuando sirve a sus propios intereses.
Más preocupante que la intransigencia de los religiosos es el hecho de que Mariela Castro, durante una visita a México el pasado 13 de marzo, dijera que “en Cuba no se ha adoptado una ley a favor del matrimonio homosexual porque no es bueno repetir lo que hacen otros”.
Según explicó la hija del actual presidente cubano Raúl Castro, hay una especie de contradicción -no definida- entre el matrimonio gay y la construcción del socialismo; pues al parecer la legalización de este tipo de unión “no se ajusta a la posibilidad de formación social y a nuestra realidad”.
A principios de 2017, en la revista Espacio Laical fue publicado un artículo en el cual se aseguraba que el matrimonio homosexual en Cuba no ha sido legalizado porque la iniciativa no cuenta con el respaldo popular.
El texto no aclaró si se habían realizado entrevistas, encuestas, o aplicado cuestionarios para llegar a esta conclusión; por ello el equipo de CubaNet preguntó directamente a ciudadanos de distinta edad, extracción social y orientación sexual, su criterio acerca de esta cuestión.
Solo seis de los entrevistados dijeron no estar de acuerdo con la aprobación del matrimonio homosexual en Cuba; la mayoría dijo que sí y a otros les tiene sin cuidado, pero no se declaran en contra. Las entrevistas realizadas, así como la forma en que los cubanos han asumido “lo moderno”, revelan que este momento sería tan bueno como cualquier otro en el futuro para legalizar el matrimonio gay.
Paradójicamente los ancianos, que se supone fueron criados con mayor severidad y serían, por tanto, más proclives a los prejuicios, se mostraron absolutamente a favor de las uniones homosexuales legales y de educar a las nuevas generaciones en la aceptación de las personas, sin importar su orientación sexual.
La opinión de los entrevistados hecha por tierra lo estipulado por la revista Espacio Laical y pone en crisis las explicaciones de Mariela Castro, pues no se percibe realmente una oposición entre el socialismo y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
De hecho, Mariela Castro ha hablado de que la meta principal es “lograr la igualdad de oportunidades como se logró en el proceso de trabajo con la discriminación a la mujer”.
Sin embargo, los homosexuales, ocultos o declarados, se han insertado en la sociedad cubana como personas trabajadoras, decentes y capaces de sacar cualquier proyecto adelante, y esto desde mucho antes que Mariela Castro decidiera autoerigirse abanderada de la pluralidad sexual.
El hecho de que ya nadie pueda creerse con impunidad para discriminar abiertamente o maltratar a una persona por su orientación sexual, es apenas un alivio, en tanto el verdadero derecho de los gays se mantiene alienado.
El propósito de casarse no es establecer una suerte de paridad con la heteronorma; sino que se garantice el derecho de una pareja homosexual mediante la legalidad, en un país donde la burocracia es agobiante y el derecho a heredar cualquier bien se basa en el grado de consanguinidad.
Las cruzadas pro-diversidad sexual en Cuba se alejan del foco principal de conflicto para dedicar algunos días del año, durante el mes de mayo, a impartir charlas y talleres, y arrollar en la conga. No se organizan desfiles del orgullo gay porque Mariela teme que la comunidad LGBTI cubana sea vista como algo “carnavalesco”, pero ¿acaso existe algo más carnavalesco que una conga?
La Jornada contra la Homofobia en Cuba tiene más que ver con limpiar la imagen del gobierno cubano que con la voluntad real de poner a la sociedad en función de una integración que no sea de carácter político.
No es extrañar que en todas las actividades que se organizan predomine un público homosexual y transgénero; mientras los heterosexuales, a quienes debería estar más orientada la campaña, representan una minoría alarmante.
Jesús, un joven homosexual aseguró a CubaNet que en la Isla no existe una comunidad LGBTI; sino una recua de gente que le rinde pleitesía a Mariela Castro.
Si hubiese comunidad, afirma, habría un activismo real para exigir los derechos más elementales. Cada mes de mayo sucede lo mismo, con las mismas personas y en el mismo lugar. Los resultados positivos no se aprecian a corto ni largo plazo; y lo peor es que, una vez concluida la Jornada, no volverá a hablarse del tema hasta mayo de 2018.