Felicidades, por fin tienes novio, galán. Al fin descubres que puedes tener una relación de pareja. Esto es genial. Pero… debes saber desde ahora, el ser humano es racional, hasta que empieza a salir con alguien nuevo. A partir de ahí, todo se vuelve borroso y la línea que separa la sensatez de la locura desaparece mágicamente.
- Le das mil vueltas antes de responderle. Aunque lo que te haya dicho sea un simple “hola, ¿qué haces?”, puedes tirarte media hora pensando qué respuesta será la más adecuada para ese momento.
- Te pasas horas decidiendo cuál será la primera foto suya que enseñarás a tus amigos. Todo sea porque se lleven una buena impresión.
- Analizas cada palabra que te dice. “Me gusta cuidarme” ¿Me estás llamando gordo?
- “En persona gana más”. Te inventas excusas para justificar la falta de estilo de tu novio a la hora de posar ante la cámara.
- Balbuceas cuando te preguntan por qué te gusta. Mmmjjmm.
- “no… es una amigo de un amigo”. Mientes cuando te preguntan cómo se conocieron. Es totalmente innecesario mencionar a Gaydar.
- Lo buscas en todas las redes sociales para saberlo todo: Google +, Facebook, Twitter, Linkedin…
- Y más concretamente, has rastreado todas sus fotos con presencia masculina insinuante en busca de posibles ex’s. Y por si ésto no fuera poco, también has acosado el perfil de las finalistas.
- Con toda esta obsesión por saber y ver sobre el…accidentalmente le das a “Me Gusta” en una de sus fotos de Instagram que publicó hace… 40 semanas. ¡Desastre!
- Aprovechas cualquier ocasión para hablar de cuánto te gusta (si, esto a veces puede ser cansino).
- Te azotas grueso cuando no te contesta un WhatsApp inmediatamente: que si ya no le gustas, que te va a dejar, que lo de ustedes no tenía futuro y se veía venir… Mejor ir asumiéndolo
- Te acaba de seguir en alguna de tus redes sociales, y empiezas a borrar entradas… (¡vaya estupidez!) Ahora además tardas una hora en redactar cada tuit (te lías tú mismo).
- Y cuando te decides por publicarlo, resulta ser un mensaje subliminal hacia esa persona (¡metiste la pata!) “Y es que te quiero como el mar quiere a un pez que nada dentro, dándole de respirar.”
- Te das por aludido en todas y cada una sus publicaciones en redes. Y no sabes si reír o llorar. O las dos cosas.
- Mientras tanto, cruzas los dedos para que no se entere de que el de la foto de tu perfil es realmente tu hermano. Y comprobar así sí se pone celoso.
- “Pero no me pongan en vergüenza, ¿eh?”. Sobornas a tus amigos para quedar como un dios en todos los aspectos. Y que se rían de tus chistes, solo faltaría.
- Le pones un apodito, “Puchi, nene, kuki…” Puede que no funcione, puede que le vuelvas loco o ambos acaben como cencerros (si sigues así, seguro), pero mientras dura… te sientes a toda madre. Y al final, eso es lo que importa.
Así que…¡enhorabuena por el novio! Disfrútenlo bien mientras se puede, ¿no?