Alfred Eisenstaedt, uno de los padres de la fotografía moderna, afirmó allá por mediados del siglo XX, que lo más importante no es la cámara, sino el ojo del que toma las instantáneas. Ahora, en esta época digital que se ha encargado de eliminar la belleza de las imperfecciones, en un momento en el que las redes sociales encorsetan nuestros pensamientos mediante muros, hastags y followers, la frase del hombre que realizó la instantánea más icónica de la Segunda Guerra Mundial (más conocida como ‘el beso’) toma un mayor sentido.
Desde luego que en ingente universo de la fotografía hay hueco para multitud de visiones: desde el fotoperiodismo hasta la expresión más poética, todo tiene cabida en el mundo de la instantánea puesto que las fotos están ahí, como un espejo de la realidad, esperando a que uno las haga.
Las tres exposiciones que a lo largo de estos días cohabitan en la siempre vanguardista ‘Photographer’s Gallery’ de la capital inglesa, acogen entre sus paredes a Andy Warhol, genuino padre del arte pop (y de la consiguiente reproducción en serie del arte como había predicho el filósofo marxista Walter Benjamin), a William Burroughs (uno de los escritores más importantes del siglo XX, representante de la generación beat y verdadero padre del término ‘Queer’) y a David Lynch, director que ha conseguido como pocos plasmar en la pantalla los deseos, anhelos, frustraciones y pesadillas de las sociedad post-moderna.
Taking Shots
”Estuve a la deriva tomando fotos…y terminé enganchado”…en su primera obra (‘Yonki’-1953), William Burroughs establecía una máxima que mantendría durante toda su carrera como escritor; al igual que le ocurría a Franz Kafka, la literatura se convierte para el escritor norteamericano en una especie de terapia, en un tratamiento para poder expresar y enfrentarse a sus miedos, pesadillas y adicciones.
A pesar de su prolífica carrera en el mundo de la cultura como novelista, ensayista, y pintor, la obra de Burroughs como fotógrafo es raramente reconocida. Coincidiendo con el centenario del nacimiento Burroughs, ‘Taking Shots’ es la primera exposición en todo el mundo que se centra en su vasta obra fotográfica y ofrece nuevas e importantes ideas sobre sus procesos artísticos y creativos.
La exposición tiene un sentido poliédrico: Tomando fotos, Metiéndome heroína y Dando tiros (recordar que Burroughs mató a su esposa de un disparo en la cabeza en uno de sus viajes (literalmente puesto que estaban en México y metafóricamente puesto que estaban hasta arriba de drogas) y está redondeada con la proyección del documental ‘Towers Open Fire’ -1963-, un corto experimental en el que el norteamericano reflexiona sobre su teoría de la fotografía.
Las instantáneas recogen dos décadas más que convulsas (desde los cincuenta hasta los setenta del siglo XX) para Burroughs y todos los artistas que orbitaban sobre su figura, años marcados por días desperdiciados, montañas de heroína, chaperos marroquíes y poemas de los que inflaman el pecho. Al igual que en su obra literaria, las fotografías de Burroughs tienen un carácter único, están fuera de cualquier referencia a otros profesionales o géneros.
‘Taking shots’ es la muestra más ambiciosa de las tres. Entre las casi 100 instantáneas (la mayor parte totalmente inéditas) podemos observar escenas cotidiantas, naturalezas muertas, collages, trabajos experimentales, postales, revistas y portadas de libros.
‘The Factory photographs’
En su obra ‘Catedral’, Raymond Carver (el mejor escritor de cuentos del siglo junto al ruso Chejov en palabras del chileno Roberto Bolaño) define a los rascacielos como las catedrales del siglo XXI, como sitios para ofrecer culto al nuevo dios de nuestra sociedad: el dinero.
En cierta manera, las fotografías industriales realizadas por David Lynch que componen esta muestra tienen un carácter similar a los rascacielos descritos por el norteamericano. Las instantáneas de Lynch, son un compendio de catedrales de la era industrial pasada que poco a poco se han visto superadas por el poder innato de la naturaleza.
Las ochenta instantáneas que comprenden la exposición están tomadas en diversos lugares: Alemania, Polonia, Nueva York, Nueva Jersey e Inglaterra. Las obras muestran laberínticos pasadizos, residuos y simbolizan la decadencia de las estructuras hechas por el hombre.
Cualquiera que esté familiarizado con enigmático lenguaje visual de David Lynch identificará similitudes entre esta serie de fotografías y sus películas icónicas. Estructuras industriales que muestran su exterior y su interior, la utilización del blanco y negro, la exposición emana su estilo cinematográfico único a través de imágenes oscuras y con cierto sabor a melancolía.
Photographs 1976-1987
La figura de Andy Warhol cierra este trío único y esta exposición irrepetible. A pesar de su fama como pintor, cineasta y retratista, lo cierto es que Andy Warhol fue un enamorado de la fotografía (incluso llegó a afirmar que no creía en el arte y sí en la fotografía).
Las instantáneas del artista del pop por excelencia se comportan como un diario gráfico. A finales de la década de los setenta, Warhol llevaba una cámara en su cuello cada vez que salía a la calle.
Teniendo un máximo de 36 imágenes por día, el artista se preocupa por capturar la rutina, los detalles de la cotidianeidad. Así, se centra en retratar personas anónimas, escenas callejeras, fiestas de celebrities, y paisajes urbanos marcados por la indiferencia.
El Interés de Warhol en la reproducción en serie del arte –algo que se puede ver de manera cíclica en toda su obra- marca la segunda parte de su muestra. Entre 1982 y su muerte en 1987 realiza 500 instantáneas con imágenes idénticas de personalidades estadounidenses. Diferentes tendencias y patrones emergen a través de las obras que revelan al mundo de la fotografía como el único capaz de captar la singularidad de nuestra sociedad.