EL SEXO (GAY) OFENDE

Hace solo unos días, el folletín británico ‘Eastenders’ se convertía en motivo de polémica. ¿El motivo? Un beso entre dos de sus personajes: Johny (Sam Strike) y Danny (Gary Lucy). La escena, al parecer, hirió la sensibilidad de los seguidores de la serie, que no esperaban una expresión de afecto tan efusiva por parte de los protagonistas.

En realidad, la polémica -que ha dado lugar a todo tipo de comentarios homófobos en YouTube y Twitter- no es en absoluto inesperada. ¿Un beso gay en una serie destinada al público general? Por mucho que queramos creer que la ficción y el público han evolucionado al respecto, basta con echar un vistazo a la parrilla general para darnos cuenta de que esto no es, en absoluto, así.

El retrato de la cotidianidad LGTB desde una posición íntima y honesta resulta demasiado atrevido. Mucho, en realidad.’

Es rara la serie o la película que no tiene su pequeña cuota LGTB. Sin embargo, casi todos esos personajes homosexuales -ellos y ellas- se limitan a ejercer desde la asexualidad: tímidos besos en la mejilla, alguna mano que coge otra mano o gestos similares que no ofendan al gran público y eviten que los espectadores sientan disgusto o incomodidad. Parejas tan ñoñas e insufribles como la de los supuestos gais de ‘Modern Family‘ (¿alguien recuerda algo tan natural como un beso en la boca por parte de sus protagonistas?).

Tampoco series más modernas -en su concepto y en su ejecución- se libran de estas presiones e incluso ‘The Good Wife’ jugó durante toda una temporada con la identidad sexual de una de sus protagonistas, Kalinda, en un ejercicio de heterosexualización -que no de bisexualización, cosa que me habría parecido mucho más sana e interesante- que ni era necesario desde lo argumental ni creíble desde la identidad del personaje.

Resulta mucho más cómodo pensar que esto no son  más que excepciones. Que las polémicas como la suscitada entre los seguidores de ‘Eastenders’ son anecdóticas, pero basta con fijarse en los ríos de tinta que han hecho correr las escenas de sexo de ‘La vida de Adèle‘ para darse cuenta de que aún estamos a años luz de asomarnos a la intimidad con naturalidad, sin prejuicios ni etiquetas. Las mismas que condenan a películas de temas tan universales como ‘Weekend’ o ‘Keep The Lights On‘ al circuito gay por la claridad -emocional y sexual- con la que cuentan sus historias. Incluso, como dramaturgo, puedo aportar un ejemplo reciente personal: el de ciertos programadores que han expresado a la compañía Cría Cuervos la imposibilidad de programar una obra como ‘Cuando fuimos dos’ debido al “exceso de verdad y naturalidad” con que se muestra el amor entre los dos hombres protagonistas.

Imagino que si ‘Cuando fuimos dos’ abordara la relación gay desde el tópico, con mucha pluma, mucha promiscuidad vodevilesca y mucho humor de brocha gorda de ese que tanto gusta en ciertos lares, esa polémica no existiría. Pero el retrato del amor y del sexo gay sin coartadas cómicas o sin lecciones de moralina trágica -la otra gran vertiente que sí se admite en la ficción convencional: el gay como mártir, a lo Philadelphia-, en definitiva, el retrato de la cotidianidad LGTB desde una posición íntima y honesta resulta demasiado atrevido. Mucho, en realidad.

Basta con fijarse en los ríos de tinta que han hecho correr las escenas de sexo de ‘La vida de Adèle’ para darse cuenta de que aún estamos a años luz de asomarnos a la intimidad con naturalidad, sin prejuicios ni etiquetas.’

Parece imposible que un beso o un encuentro sexual pueda ofender a alguien. Pero incluso los responsables de exposiciones como ‘Masculin/Masculin’, la muestra que se celebra estos días sobre el desnudo masculino en el parisino Museo d’Orsay, piensan que sí. Y como prueba, ahí tienen ese anacrónico cartel advirtiendo de que las obras contenidas en la última sala -donde se exponen piezas de autores como Hockney o Cocteau- pueden herir la sensibilidad de los espectadores más jóvenes. Nada tan terrible como ver un desnudo. O, peor aún, dos. Dos cuerpos uniéndose. Fundiéndose. Asimilándose y reconociéndose… Mucho mejor asistir a alguna de esas lúdicas amputaciones que ofrece la ficción más comercial y que, al parecer, con sus vísceras y sanguinolenta imaginería gore no ofenden a nadie.

Entretanto, podemos creer que los estereotipos asexuados de series como ‘Modern Family’ contribuyen a la normalización. O podemos pensar exactamente lo contrario, que se echa en falta -en este supuesto siglo XXI- una naturalidad en el relato del amor y del sexo -del tipo y forma que sea- sin juicios de valor, sin distancias asépticas, sin esa neutralización de lo físico para que nadie se ofenda ante la visión de una de las imágenes más bellas que nos pueden ofrecer la vida y su espejo perverso, la ficción: el encuentro de dos cuerpos que, sin etiquetas de género, se desean.

Vídeo: Beso de una pareja gay en ‘Eastenders’