El mundo del arte oficial siempre ha estado protegido por los círculos de poder, que son conservadores por naturaleza. Por eso, en el mundo artístico el desnudo femenino se ha repetido hasta la saciedad mientras que apenas se conocen obras que tengan en el desnudo masculino su elemento central.
Sin embargo, la falta de conocimiento que hasta ahora se tenían de estas obras no significa que no hayan existido, sino que nos viene a indicar que en una sociedad en la que todavía quedan añejas estructuras falocéntricas, el desnudo masculino no se entiende como objeto artístico. Convencionalismos que el Museo D’Orsay quiere derribar con su nueva muestra que llega bajo el inequívoco nombre de ‘Masculino/Masculino’.
La religión católica ha alimentado al mundo del arte en cuanto a temáticas se refiere pero también ha resultado ser la mayor tijera para la desnudez. El cristianismo eliminó los elementos paganos del arte clásico que celebraban el desnudo para o bien taparlo con la infame hoja de parra o bien para mostrarlo como algo pecaminoso, horrible.
De este modo, la hoja de parra caló en el imaginario popular como objeto simbólico que asocia el sexo, la desnudez y el pecado a lo largo de los siglos. En la Edad Media comenzó a aceptarse el desnudo, eso si, este debía servir para reforzar el mensaje apocalíptico del catolicismo y únicamente se mostraba en el infierno.
Contrariamente a lo que cree el imaginario popular, el desnudo tampoco fue muy bien aceptado en el Renacimiento. El David -esculpido por Miguel Ángel entre 1501 y 1504- fue apedreado y sus partes íntimas causaron tanto estupor entre la población que no fue cubierto con una hoja de parra sino con todo un racimo.
Lo que nos muestra el Museo D’Orsay es el cambio de visión en cuanto al desnudo masculino. Este cambio refleja una nueva manera de acercarse a la sexualidad y es que la desnudez masculina fue durante mucho tiempo, desde el siglo XVII al siglo XIX, la base de la formación artística académica tradicional y un elemento clave en la creación artística occidental.
Apolíneo Vs Dionisíaco
El Museo d’Orsay, ha aprovechado su gran fondo de armario y la riqueza de otras colecciones públicas francesas para presentar una exposición que se compone de más de doscientas obras que abarcan todos los géneros técnicos posibles: pintura, escultura, artes gráficas y, por supuesto, la fotografía.
La muestra arranca con ‘El estudio anatómico de Patroclo’, realizado por el artista francés David (1780) y termina con el ‘Mercurio’ (2001) de Pierre & Gilles. Entre medias, al igual que en la vida, nos encontramos con una gran escala de grises: Desde la estética ‘Escuela de Platón’ (1900) de Jean Delville a los desnudos íntimos de Lucian Freud.
La muestra también nos trae a colación la ya clásica diatriba entre lo apolíneo y lo dionisíaco. En las primeras obras podemos observar unos desnudos (siempre con técnicas clásicas: pintura y escultura) más pudorosos, serenos y plácidos (una reconstrucción puramente racional del canon de belleza)…mientras que según nos acercamos a nuestros días toma una mayor presencia los desnudos dionisíacos, más naturales, que desprenden sentimientos y que poseen ciertas características atávicas.
En la muestra hay un hueco especial para los artistas LGTB. Por un lado nos muestran el viaje de estos artistas que han pasado de vivir dentro de lo subversivo a convertirse en uno de los principales motores artísticos en la última mitad de siglo.
A partir de la década de los 50/60 del siglo XX, muchos artistas LGTB irrumpen de manera más que brillante en la escena artística. Utilizando nuevas técnicas (en especial la fotografía) y con temáticas que oscilan entre los retratos más íntimos y delicados hasta el ‘porno soft’ han conseguido redescubrir la belleza del desnudo masculino…y es que como dijo Miguel Ángel: ‘Siempre se puede mostrar la belleza interna del hombre a través de su belleza externa’.
La exposición, en imágenes: