En el año 1939 veía la luz una de las novelas más importantes del siglo XX: ‘El Maestro y Margarita’. En esta satírica obra, Mijail Bulgakov trazaba una insólita historia por la cual Satán viajaba hasta la ciudad de Moscú para descubrir que en la capital de la Rusia estanilista la mayor parte de las almas estaban corrompidas.
Hoy, casi un siglo después, los autores que conforman ‘El armario de acero’ se han encontrado con un paisaje similar: un país que se empeña en vivir de espaldas a la realidad y que impone sus dictados (utilizando la violencia si se da el caso) al colectivo LGTB.
La obra es una magnífica enciclopedia de la literatura rusa actual. Un total de diecisiete autores nos muestran el amplio abanico de las letras en el país, abanico que consigue recoger desde la literatura clásica rusa del siglo XIX hasta las tendencias literarias que han configurado el postmodernismo. Pero no solo es eso. ‘El armario de acero’ se convierte en un altavoz mediático para denunciar la situación que vive el colectivo LGTB en la Rusia más rusa.
Activismo literario
Los autores y autoras que conforman parte de esta obra tienen diferentes orígenes en cuanto al espacio (algunos han nacido en la Rusia más occidental, mientras que otros lo han hecho cerca de la frontera con China) al tiempo (entre el autor más mayor y el más joven hay 26 años de diferencia) y al estilo que utilizan para expresar sus ideas. Ahora bien, todos los autores que aparecen en esta antología comparten un compromiso con el colectivo LGTB.
Bajo la dirección del poeta y activista Dmitry Kuzmin, una de las principales referencias de la cultura underground del país, nos encontramos a un puñado de escritores a los que podemos descubrir por primera vez puesto que hasta ahora no habían en castellano.
Una de las mayores virtudes de ‘El armario de acero’ es la de mostrarnos una literatura poliédrica. A lo largo de los diferentes relatos y poemas, el lector puede observar diferentes influencias (desde los relatos de los poetas de los pantanos hasta el cómic japonés) que terminan enriqueciendo la visión del conjunto.
Prosa y verso
De este modo, el lector se puede dejar llevar por los relatos cuasi-costumbristas (al más puro estilo Raymond Carver) de Vasily Chepelev (especialmente duro por rutinario resulta ‘los chicos del verano’), los abrumadores relatos de Aleksander Anasevich (en especial el relato ‘La polla’), las histriónicas y divertidas historias de Vadim Kalinin.
Además, el lector puede saborear los diálogos oblicuos que se establecen entre Ilya Ilyin y Slava Mogutin, la delicada modernidad de Margarita Meklina, la agudeza e ironía que desprenden las frases de Valery Pecheikyn (‘Yo sé que usted es de esos…’), la prosa expresionista de Stanislav Snitko la desbordante imaginación de Maksim Zhelyaskov o la versatilidad de Dmitry Kuzmin que demuestra controlar los tempos literarios de la prosa (‘Linor’) y el verso (‘D.K.’).
Para los amantes de la poesía, ‘El armario de acero’ también ofrece una propuesta variada y estimulante. De este modo, el lector se puede perder entre la poesía de ecos clásicos (y trágicos) de Sergei Finogin, los versos libres (y que incentivan la lectura activa por parte del lector por la ausencia de puntos) y orgánicos de Natalia Starodubsteva, los versos homoeróticos de Dmitry Volcheck, la sutileza de Aleksander Belykh, la metapoesía de Nikita Mironov, la prosa poetizada de Aleksander Murasov o los desgarradores versos de Galina Zelenina.
‘El armario de acero’ es una de esas obras que resultan necesarias. El grupo de artistas seleccionados en esta antología de la nueva literatura rusa consiguen trazar una arquitectura geométrica para invitarnos a un viaje anímico en el que podemos sobrecogernos con el sufrimiento del colectivo LGTB, en el que podemos observar como en la Rusia de Putin no hay más que arcoiris negros y en el que también podemos ver la luz. Y es que, por fortuna, el amor y el deseo consiguen esquivar todas las barreras.