HOMÓFOBOS POR EL MUNDO

Y lo creíamos porque era más cómodo aburguesarse, dejarse llevar por una supuesta normalidad y confundir leyes con sociedad, como si la aprobación del matrimonio igualitario en países como el nuestro fuera, por sí sola, una garantía de que no quedaba ni rastro de esos rescoldos de prejuicios y fobias que antes sí conocíamos.

En los últimos meses, sin embargo, todos esos prejuicios han perdido la vergüenza que antes los mantenía ocultos y, amparados en la ola de conservadurismo que nos asola, han salido de sus cavernas (basta recordar las declaraciones de personajes como Alain Delon), dipuestos a esgrimir sus inexistentes argumentos y a defender lo indefendible, poniendo en tela de juicio la libertad individual y el derecho de cada cual a llenar su cama –y su vida- con quien le parezca.

Sin embargo, no parece que las alarmantes noticias que nos llegan desde la India, donde se han vuelto a penalizar las relaciones homosexuales, hayan causado la reacción que debiera.

Es como si el colectivo LGTB se encontrara demasiado conforme con su situación, como si –adormilados por esta precaria normalidad- hubiésemos perdido la capacidad para involucrarnos con lo que sucede a nuestro alrededor. Resulta más cómodo, sin duda, cambiar el punto de vista y, en vez de mirar hacia los lugares donde se nos acusa y persigue, centrar la vista en la pantalla de nuestro móvil: mucho más amena una sesión de cruising grindérico que una jornada organizando trincheras por la igualdad.

También podemos optar por la alternativa endocéntrica (por no decir egoísta) y decirnos que esto no es India. Ni Rusia. Pero cuanto menos cara plantemos a la barbarie que persigue al colectivo LGTB en países como esos más fuertes se harán quienes, desde las sombras, esperan aquí su momento para revolver la bilis de la intolerancia y la discriminación. Y si no, pregunten en determinados trabajos cuántos hombres y mujeres admiten su homosexualidad. Hagan un estudio entre sus conocidos y sus amigos. Infórmense y verán que estamos muy lejos de esa supuesta igualdad porque aún quedan muchos Tom Daleys por salir a la luz.

El día que una declaración de amor no sea noticia por el sexo de la persona a quien va dedicada sino por la belleza de las palabras elegidas, ese día sí que habremos dejado atrás muchos de los fantasmas que aún hoy nos acompañan. Pero eso no sucederá si no abandonamos la pasividad y afrontamos la lucha. En el lugar y la forma que sea.

Y de verdad.