La mayoría de las religiones existentes rechazan y estigmatizan a las personas LGBT; hay otras que si los aceptan, pero hay una en especial que, además, considera a la homofobia como pecado.
Se trata de a iglesia de Satán, fundada por Anton Szandor LaVey, que ha despertado numerosas críticas desde su creación.
Esta nueva religión ha sufrido difamaciones por parte de las corrientes cristianas, aunque la mayoría de las acusaciones y creencias sobre ella no son verdad.
Dentro de esta creencia existen nueve pecados, 11 mandamientos y 9 declaraciones o reglas que sus devotos deben profesar.
De igual forma, cuentan con una biblia, en la que existe un capítulo dedicado a la sexualidad; es ahí donde aborda el tema de la homofobia, que es mal vista y condenable.
En esta parte del libro de Lucifer se hace referencia a la libertad y defiende a la fidelidad hacia una persona o a satisfacer el deseo y placer con varias personas.
Cabe resaltar que la religión permite que las personas elijan como desean vivir su vida sexual y amorosa, siempre y cuando no se perjudique de ninguna manera a otra persona.
También alienta a los creyentes de la religión a liberarse de los estándares morales impuestos por la sociedad; según las creencias de la iglesia de Satán, estas no permiten que las personas logren su máximo potencial y plenitud.
Las reglas que rigen a sus creyentes son para que las personas puedan vivir en plenitud y armonía; por ello, las conductas que inducen a la homofobia sin consideradas contrarias a estas reglas.
El primero de los pecados condenados es la estupidez, lo cual también está relacionada con la ignorancia e ideas retrógadas de las personas homofóbicas.
Siguiendo el mismo precepto, el primer mandamiento dice “No des tu opinión o consejo a menos que te sea pedido”; el octavo indica que las personas no deben preocuparse por algo que no tenga que ver con ellas.
Y pues, ¿Cuántos homófobos no brindan discursos de odio sobre temas que ni les afecta o personas que nunca se han metido con ellos?.
Hablar de Satanismo puede escandalizar y afectar a algunas personas, pero si nos centramos en que profesa la libertad y a dejar a otros vivir en paz, no suena tan descabellado.
Exceptuando claro su último mandamiento, el cual dice que ante una agresión las personas deben pedir que esta se detenga, pero si no lo hacen, entonces se debe destruir al agresor.