El Papa ha dado inicio a su primera asamblea mundial del catolicismo evidenciando varios temas incómodos para la jerarquía eclesiástica. Entre ellos están las familias reconstituídas, el escándalo de los mútiples casos de pederastia en todo el mundo o la obsesión con el colectivo LGTB.
Francisco I ha abierto la cumbre católica mostrando su irritación con los líderes de la iglesia que libran batallas públicas entre diferentes ideologías tomando como excusa la protección de la familia.
Asimismo, el Papa ha advertido a los aproximadamente 200 obispos presentes que abandonen las luchas internas de las que ha sido testigo antes del inicio del sínodo, así como sus obsesiones con la homosexualidad, el aborto o los métodos anticonceptivos.
Tras 19 meses enfrente de la insititución religiosa, ha quedado patente el acercamiento del líder católico hacia los colectivos más humildes y perseguidos. Por otro lado, Francisco I ha querido enfrentar frontalmente los escandalosos casos de abusos a menores por parte de sacerdotes de todo el mundo, así como las irregularidades financieras del Vaticano.
Está claro que el pontífice ha dado un giro a la Iglesia Católica identificándose con el sufrimiento de los colectivos más desfavorecidos del mundo. No obstante, se agradecería bastante más que estos gestos dieran lugar a la escritura de una nueva encíclica que modifique la doctrina social de la iglesia hacia estos objetivos…