El PP tiñe la educación de nuestro país de un rancio blanco y negro

Agresiones homófobas al grito de ‘arriba España’, mercadillos que venden parafernalia nazi con total impunidad, inauguraciones oficiales de monumentos franquistas, políticos (o aprendices de políticos) que se empeñan en fotografiarse haciendo el saludo fascista…no, a pesar de las similitudes, no nos encontramos en la España de la década de los sesenta con Manuel Fraga ejerciendo como ministro de Información y Turismo en plena dictadura franquista, sino que nos encontramos en una España metida en pleno siglo XXI.

Sin embargo, la política del PP supone una vuelta al pasado en materia educativa. El gobierno de Mariano Rajoy se está sirviendo de la siempre peligrosa mayoría absoluta para volver a terrenos que rozan demasiado lo dictatorial, terrenos en los que por desgracia parece sentirse especialmente cómodo.

Pertenecer a una de las ramas más extremas de la religión católica (Opus Dei, Legionarios de Cristo, Kikos…) no es ilegal, sin embargo, en un país aconfesional (como es España), los políticos deben dejar a un lado sus creencias religiosas para que no afecten a sus decisiones políticas y en este caso, el PP se está encargado de borrar la frontera entre lo privado y lo público y de proponer reformas estructurales con la Biblia en la mano.

El último cambio a nivel educativo propuesto por el PP, por el cual la asignatura de religión sea de oferta obligatoria también en Bachillerato viene a confirmar esta tendencia de confundir el Parlamento español con su señorío particular. 

La educación como problema 

Sangrantes son las declaraciones de Esperanza Aguirre afirmando que se siente identificada con el ‘Tea Party’, demencial es la propuesta de Gallardón en relación al aborto (que en la práctica supone un retroceso de tres décadas en la lucha por los derechos de la mujer), insultante resulta la postura de Botella de negar la realidad (en cuestiones de polución o de limpieza de la ciudad)…pero es que lo del ministro de cultura es de otro planeta.

En 2006 se incluía en el sistema educativo de nuestro país la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La creación de tal asignatura no fue por mandato divino, sino que respondía a las recomendaciones de la Unión Europea y del Consejo de Europa. La asignatura pretendía transmitir a los estudiantes españoles unos valores para nada sesgados o partidistas, simplemente aquellos que emanan tanto de nuestra Constitución como de la Carta de los Derechos Humanos.

Lo primero que hizo Jose Ignacio Wert cuando accedió a la cartera de Educación fue eliminar esta asignatura puesto que ‘adoctrinaba a los alumnos’. Lo que subyace de este hecho es particularmente grave, y es que el ministro no quiere a ciudadanos formados, con espíritu crítico y con la suficiente empatía hacia la diversidad puesto que estos pueden amenazar un sistema de valores Católico, blanco y heterosexual.

Con la propuesta de incluir a la asignatura de religión sea de oferta obligatoria también en Bachillerato, el PP sigue caminando hacia el rumbo equivocado. En un país que está a la cola en Europa en materia de educación, sustituir Educación para la Ciudadanía en horas de religión puede ser un error del que nos cueste décadas salir. Y es que como afirma el educador brasileño Paulo Freire la educación no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

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