Desperté y ya no pensé en ti

Sí: Desperté y ya no pensé en ti. Ya no sentí nada.

No recuerdo exactamente la sensación, pero sí el momento en qué pensé, «Carajo, ya no fuiste mi primer pensamiento». Y, ¿saben qué? Qué rico. Qué delicia. Dicha plena. ¡Qué hermosa sensación!

No recordaba que era pasar unos días hospitalizado. Por supuesto es una experiencia que nadie queremos vivir, yo no. Pero pasó.

La frialdad del hospital en todos los sentidos, comenzando por la mayoría del personal médico, casi es una premisa que leo y escucho que sucede en —casi—todos los hospitales.

«Los y las doctoras son tan fríos». Pues sí. Y qué tristeza, seguro tienen sus razones.

El punto. Qué fríos los cuartos de los hospitales. Ruidos que sistemáticamente cualquier mente asociará a un sanatorio. Ese crasheo de camas, los pasos silenciosos, las salas vacías porque las infecciones virales y bacterianas están a tope.

¿El frío de los hospitales se asocia a la falta de empatía? Quizá.

Desperté y ya no pensé en ti

Hace algún tiempo.

Desperté y ya no pensé en ti. Qué sensación.

Recuerdo el día que te fuiste y no volviste. Ni lo deseo, ni lo anhelo. No lo anhelé, deseé, ni desearé. Ni en pasado, ni en futuro mucho menos en mi presente.

Mi madre se arrodilló y me dijo, «Por favor para, para de llorar, te va a pasar algo». Y me pasó.

Terminé hospitalizado 9 días. El recuerdo de ver a mi madre, abuela y hermano tras un cristal llorando por verme ahí enchufado a mil ‘madres’, es un pensamiento imborrable. El dolor de los míos es lo que siempre más me duele. Aunque repetidamente me digo a mis adentros, «Eres un jodido egoísta».

El dolor de una pérdida me llevó no a una, sino dos hospitalizaciones, terapias psicológicas, psiquiátricas, desertar de la escuela, bajísima o nula autoestima y larguísimo etcétera.

Y todo lo que deseaba era despertar y ya no pensar en ti.

Y llegó: Desperté y ya no pensé en ti.

Enero 2025.

“Paciente Rojas Rojas”.

Mis cinco sentidos y en sí todo mi ser se alertó. Es como si aquellos momentos tan dolorosos hubieran estado muertos por muchísimo tiempo pero revivieron. Qué horror.

Miedo, terror, dolor, escenarios ensombrecidos.

Estaba en una silla de ruedas esperando pasar a una sala donde me tomarían una tomografía. Frío el momento. Como tú, como los hospitales.

Preguntó. —¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?

—¿En serio te importa? Qué cinismo.

—Ya había visto a tu mamá y una de tus amigas, pero enseguida me vieron corrieron al baño. Sólo quiero saber cómo estás.

—Nadie de mi familia, de mis amigas y amigos, mucho menos yo te queremos ver. Por si te interesa: ¡Estoy en paz y con vida!

—Entiendo.

Agachó la mira. Se fue. Como siempre: cobarde, entumecido, idiota, patético. Pero muy muy egoísta.

¿Qué tipo de lesbiana eres? Considera que esto lo escribimos en 2017.

Love me like you do

Cuando te fuiste, sonaba ‘Love me like you do…’

Pasaron decenas o quizá cientos de días para que pudiera volver a escuchar esa canción. Melodía que por cierto amo, que me conecta con infinidad de momentos maravillosos en mi vida, como mi reciente graduación. Que ese día la canté pleno, feliz, repleto de amor.

Por dicha rodeado de mis 5 mejores amigas y amigos que me cobijaron en esos días del peor dolor, del miedo más aterrante, de sentimientos inhóspitos hacia mi mismo.

Sentimientos que ahora mismo desconozco. Te vi, pero sentí nada.

Porque hace muchos días desperté y ya no pensé en ti. Moriste, sepulté tus recuerdos en la fosa más profunda.

No existes en mi mundo. Ni siquiera recuerdo tu nombre, edad o quién eres.

Cara de hombre con pañuelo blanco. Desperté y ya no pensé en ti.
Desperté y ya no pensé en ti

Como siempre, como en todo, como dichosamente será por el resto de mi vida: Gracias Cons, Almu, María, JD y Alo. Gracias a Dios por su vida.

«Los pendejos siempre serán grandísimos pendejos». —Almudena Achar.

This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish. Accept Read More