lencería fetichista
Lencería y placer son dos palabras que se hicieron la una para la otra. A pesar de que en el mundo femenino la variedad es mucho mayor, en el campo masculino cada vez son más los modelos y prendas que dejan volar nuestra imaginación.
A veces, los típicos boxers y slips se quedan cortos en lo que al morbo se refiere y siempre es bueno experimentar con texturas y tallajes nuevos que sorprendan a tu pareja. Puedes ponértelos en ocasiones especiales o hacer de ellos tú forma de vida y placer.
Cientos de personas siguen esta filosofía y han convertido a la lencería en su mayor fetiche. Nosotros te desvelamos algunas de esas prácticas que, si te molan, puedes llevar a cabo.
Su característica principal es que la escasez de tela que posee, hasta el punto de dejar las nalgas al descubierto. En un principio se le vinculó al universo femenino y homosexual. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha asentado como uno de los clásicos de la lencería fetichista.
Hoy en día al fin se puede decir que no es exclusivo del streeper de turno y que muchos hombres lo han elegido para su vida cotidiana, aunque lo más frecuente es limitar su uso a los momentos de pasión. Quizá sea demasiado ajustado y, aunque las mujeres confiesan que es una prenda muy cómoda, al hombre puede generarle alguna molestia.
Pero como dice el refrán sarna con gusto no pica y es tal el catálogo de modelos, colores y tejidos que podríamos dedicar toda una galería a hablar de este particular invento.
Menos frecuente en el mundo heterosexual, pero muy extendido dentro del homosexual, encontramos el suspensorio una prenda que destaca por dejar totalmente al descubierto la parte trasera del hombre. Dos únicas tiras que dibujan la silueta de las nalgas es la única resistencia que se interpondrán entre tu pareja y tú.
Su principal aportación al mundo del fetiche y del morbo está en dejar entrever lo que por costumbre está oculto sin llegar a la desnudez extrema. Otro de sus pros es que permite la penetración sin dejar los genitales al descubierto, ¡Vamos, para que no cojas un resfriado!
Sin embargo, es un error vincular esta prenda al rol pasivo, ya que puede ser utilizada por cualquier persona a la que le guste mostrar sus glúteos. Es más, muchas personas personas lo lucen públicamente en garitos y lugares al aire libre. Al exterior también quedan sus culitos y el fetiche se convierte en la mejor forma de hacer amigos.
Cuando parecía que una prenda no podía dar más de sí y que no podía dejar más chicha al descubierto viene un inventor y crea el ‘tanga con agujerito’ que exterioriza también el pene de quién lo lleva. Existe muy poca diferencia entre llevarlo y estar desnudo, pero una de sus armas fetichistas es que sigue dejando ocultas pequeñas partes de la anatomía como el ano o los testículos.
A pesar de no haber indagado lo suficiente, estamos convencidos de que existen otras variaciones de la prenda en la que se resalte dichas zonas o las saque a la luz a través de tejidos transparentados, de los que hablaremos más adelante.
Para terminar, con el gayumbo trompero debemos señalar que existen dos versiones principales. La primera y más utilizada, la opción ‘agujerito’ y una segunda en la que el pene queda totalmente enfundado en latex. ¡Y no nos referimos al del condón! También los hay de tela y con los diseños más fantasiosos que puedes imaginar. Un buen polvo no está asegurado con ellos, pero reírte, al menos, lo harás un rato.
A pesar de lo estrambótico de muchas de las prendas mostradas y que aún nos quedan por enseñar, no queremos vincular el mundo del fetichismo al uso de diseños ostentosos. Todo lo contrario, el fetiche puede residir en lo más simple y cotidiano. Sólo hace falta deseo y algo de imaginación.
Todo un clásico de esta categoría es la ropa interior blanca. Vamos, el abanderado de toda la vida. El usado por nuestros padres y abuelos y que bien puede acompañarse de camisetas de algodón a juego. Sin mangas o a lo Marlon Brando en ‘Un tranvía llamado deseo’ este tipo de ropa es sinónimo de hombría y masculinidad quizá porque va vinculada al hombre de oficios (desde la albañilería al tendero o panadero), que tanto nos pone desde tiempos de nuestros ancestros.
Y es que una de las premisas de este mundo de deseo es que el fetiche, como los diamantes, nunca pasan de moda.
Los más clásicos y recatados pueden tirar por una alternativa que arrastramos desde el lejano oeste y que lleva varias temporadas de moda. Se trata del calzoncillo de pata, que viene muy bien para el invierno pero que no te lo aconsejamos en las calurosas noches de verano.
No suele ser el fetiche más típico, ya que normalmente la tendencia del placer es inversamente proporcional a los metros de tela de la prenda. Sin embargo, pone a mil a todos aquellos fetichistas que les mola ir desnudando poco a poco a su pareja, venciendo la resistencia que les ofrece la ropa.
También se encuentra entre su target aquellos tradicionales, que sienten atracción por lo cotidiano como el boxer de toda la vida o el propio slip. Modelos que nunca pasan de moda a pesar de lo horteras que pueden llegar a ser sus estampados. Es más, nos atreveríamos a decir que muchas veces en la ridiculez reside el fetiche.
Otro material generador de placer entre los hombres y mujeres es la lycra, una segunda piel que se adapata perfectamente a la anatomía del objeto de deseo y que deja intuir todos las armas de esa persona sin mostrarlas. Músculos, vello, pezones, paquete o una barriguita, dependiendo del modelo la lucra resalta una u otras características que desatan el placer.
Tradicionalmente se ha vinculado este material al mundo del deporte, ya que ha vestido de fetiche a cientos de deportistas: luchadores, patinadores, futbolistas, ciclistas…
Deportes igual de variados que las prendas que encontramos con este material que van desde las camisetas y calzoncillos a maillots y cullotes . Infinidad de trajes entre los que destaca la malla, sin duda uno de los mejores tejidos para intuir y, por qué no, tocar.
Terminamos el recorrido de materiales, tras mostraros el latex, algodón y la lycra, con la rejilla, un tejido muy vinculado a la lencería femenina en particular a través de medias y pantys.
Al margen de las prácticas crossdresser, la rejilla ha sido adaptada al hombre en otras prendas o modelos. Entre ellos, la más cotidiana es la camiseta de rejilla que, siendo tan ceñida como la malla o el latex, añade otras ventajas como la visibilidad, ya que deja ver a través de su entramado la piel de quién la lleva.
De media manga o sin ellas, vinculamos estas prendas a los chicos malos y es en esta asociación libre de ideas en la que reside el fetiche.
Somos conscientes de que nos hemos dejado el cuero, con la infinidad de prendas fetichistas que conlleva. Sin embargo, creemos que la importancia de dicho tejido merece una galería propia que llegará en breve.
Siguiendo con la estela de la rejilla encontramos las transparencias. La finalidad es la misma, entallar y dejar ver. Mantienen el secreto y, aunque permiten observar el interior, es una visión intuida para nada explicita. Algo que terminaría con el juego del morbo y que acabaría con el juego de seducción fetichista.
Lejos de restar interés el conocer lo que se encuentra en el interior, la transparencia lo incrementa e, incluso, evita que pierdas el tiempo o te den gato por liebre.
Tras este paréntesis en el mundo del tejido y del tacto, volvemos a las prendas comunes que despiertan los instintos de sus usuarios. Los calcetines son un claro ejemplo.
Deportivos o ejecutivos, esta prenda vuelve a asociarse con la profesión del que los lleva, un fetiche que ha quedado manifestado con anterioridad. Paradójicamente, el dejarse los calcetines puestos tradicionalmente ha sido interpretado y catalogado como una de las prácticas sexuales menos morbosas, hasta el punto de bajar el deseo sexual femenino.
Sin embargo, en los últimos años ha ido ganando adeptos, especialmente en el mundo gay, dónde chandaleros, bakalas y hombres de oficina están más de moda que nunca. Calcetines blancos o media negra, tú eliges cual es tu prototipo y del calzado que lo acompañas, ya que las deportivas y los zapatos son un apartado aparte del mundo del fetiche.
Travestismos al marge, el liguero no es sólo cosa de mujeres y si no basta con observar la adaptación masculina de esta prenda, que sin duda no te dejará indiferente. Sobre todo si eres de los que te gusta el prototipo ejecutivo del bussiness man.
Unos tiras que resaltan con su tirantez los músculos de unos buenos gemelos y que, desde el siglo pasado viene aderezando los polvos de oficina más currados.
La ropa de oficina también ha servido de inspiración a decenas de modelos de ropa fetish. La corbata y la pajarita se venden en packs y conjuntos de lencería erótica especializada, algo indispensable para todos aquellos a los que les gusta ir siempre a juego.
Los tirantes, de todo tipo de materiales, también están muy presentes tanto en el diseño como en las prácticas más fetichistas. La inclusión de tiras en la ropa interior ha resultado algo muy innovador y funcional, ya que sin llegar a lo hard de las cadenas o correas permiten tener bien amarrado a tu partenier.
Se inspiran en bañadores o lopa de lucha y poseen multitud de formas y modelos, que van desde el boxer al típico tanga elástico atirantado. En el cine, lo popularizó Borat. En la cama, puedes darle fama tú.
De las prendas y tejidos nos adentramos en la última parte de la galería, especializada en las prácticas sexuales más fetichistas vinculadas a la lencería. Una de las últimas en instaurarse. y muy vinculadas al mundo del consumismo exacerbado que hoy nos domina, es la pasión por las marcas.
Es tal la admiración de algunas personas por las etiquetas que aparecen en el margen superior de las prendas que ha llegado ha convertirse en su fetiche, hasta el punto de interesarle incluso más que lo que se encuentra en el interior de ellas.
Calvin Klein, Dolce & Gabbana, Armani o Abanderado dan fe que en ocasiones prima más la apariencia que el verdadero ser.
Tacto, vista… el olfato es otro de los sentidos más desarrollados en las prácticas fetichistas. Gusta y mucho el sudor y el olor a macho, hasta el punto que el intercambio de ropa interior se ha convertido en una práctica muy usada entre los adeptos del fetiche. En ocasiones llegan a ser desconocidos y el morbo reside en identificar su olor antes incluso de conocerse.
Con unos calzoncillos sin estrenar el juego no tendría gracia, por lo que el hecho de llevar, regalar u oler ropa usada es un hecho indispensable.
Para acabar queremos señalar que muchas veces la falta de fetiche se convierte en el propio fetiche. Es decir, que si pasas de disfraces o de modelitos incómodos, puedes encontrar el morbo en la ausencia de ropa interior.
El roce con un buen vaquero, que deje al descubierto parte de tu vello púbico o una falda escocesa (aunque esta sí formaría parte de los elementos fetichistas) son dos recursos que nunca fallan para poner a cien a la peña.
Otra práctica infalible y muy corriente es no llevar ropa interior bajo tus shorts o ropa deportiva. El sudor y el ejercicio remarcan la anatomía de los más atrevidos y exhibicionistas. Un único consejo: mejor no lo intentes si no estás bien dotado. El modelo del elefantito con relleno quizá te venga mejor. Ya tienes las claves, el fetiche lo eliges tú.