Lily Allen regresa tras años de silencio para mostrarnos que no ha perdido ni una pizca del espíritu crítico que le hizo subir como la espuma cuando simplemente se dedicaba a subir de manera casera temas a su cuenta del My Space.
Los años pasan, tanto que la red social que parecía que iba a dominar nuestras vidas se ha quedado en el olvido a favor del Facebook y del Twitter, pero los problemas que denuncia la artista no han ido decreciendo, sino que se han acentuado hasta el punto de que en la actualidad que una artista femenina joven triunfe sin enseñar carnaza, como es el caso de Lorde, se convierte automáticamente en noticia.
En el corte, la artista se vuelve a dejar llevar por unos beats dulces. El vídeoclip -y por extensión el tema- vuelve a estar plagado de constrastes, puesto que Allen se basa en la dulzura de su voz y sus modos para poner al mundo del pop patas arriba.
Y es que la británica (al igual que hiciera en el 2007 el grupo de rap francés Sniper, por ponernos un poco undergrounds) denuncia la sexualidad programada que se cuela en todas las rendijas de la música pop a base de billetes, sesiones de twerking, cachetes en los molletes del culo, tocamientos en la pepitilla del kiwi y clases de como comer una platano…todo para demostrar que la disidencia siempre es necesaria.